Una cosa muy encargadamente os encomiendo, que es la mejor y más provechosa del mundo, y es, que poco antes de iros a dormir os retraigáis aparte, y estando sentado solo, traigáis a la memoria todo lo que habéis leído, lo que habéis oído, y principalmente lo que habéis hecho aquel día, pidiéndoos de ello por extenso, muy particular cuenta.
Si habéis hecho alguna obra de virtud y de estima, con templanza, con buen seso, con cordura, gozaos, reconociendo que es merced de Dios, y dadle gracias, con propósito de preservar en el bien y pasar más adelante.
Si habéis hecho alguna cosa fea, mala, sin templanza, o necia, o que merezca ser vituperada, sabed que todo salió de vuestra malicia; reconoced el mal, aborrecedle, arrepentidos de él, pedid a Dios perdón, buscad camino para enmendaros, sed ciertos, que le hallaréis.
Si habéis leído u oído aquel día alguna cosa elegante, docta, grave o santa, guardadla bien en la memoria. Si habéis visto alguna buena obra, procuradla de imitar, y si vistes alguna mala, tomad aviso y guardad vos de ella.
No se os pase día en que no hayáis leído u oído o escrito algo con que se mejore y acreciente la doctrina, el juicio o la virtud.

Cuando os vais a echar, leed u oíd alguna cosa que merezca que os acordéis de ella, en la cual podáis soñar con placer y con provecho, para que aun durmiendo, entre sueños aprendáis y mejoréis.
En el estudio de la sabiduría nunca habéis de poner término, no se ha de acabar antes de la vida. Tres cosas hay que ha el hombre de pensar, y en que se ha de ejercitar mientras vive: en saber bien, y en bien hablar, y en bien obrar.
Destierra de tus estudios la arrogancia, no tomes presunción de lo que sabes, porque todo cuanto sabe el más sabio hombre del mundo es nonada en comparación de lo que le falta de saber. Muy poquito es, muy oscuro y muy incierto todo cuanto los hombres en aquesta vida alcanza; y nuestro entendimiento, detenidos y presos en esta cárcel de este cuerpo, están oprimidos en grandísima oscuridad, tiniebla e ignorancia, y el corte o los filos del ingenio son tan botos, que no pueden cortar ni pasar sobre haz de alguna cosa.
Allende de esto, la arrogancia hace que no puedas aprovechar en el estudio; que creo que ha habido muchos que han dejado de ser sabios, y que pudieran llegar a serlo si ellos no se dieran a entender que ya lo eran.
También os habéis de guardar de porfías, de competencias, de menospreciar o retraer lo que otros saben o no saben, de desear vanagloria; pues para esto principalmente se siguen los estudios, para que nos muestren a huir de estos vicios y de otros semejantes.
No hay en el mundo cosa que dé tan gran placer y alegría como saber muchas cosas, ni hay en el mundo ninguna de tan gran provecho como venir a entender y conocer la virtud.
Los estudios dan sazón y gusto a la alegría, amansan y consuelan la tristeza, refrenan los ímpetus locos de mocedad, alivian la pesadumbre de la vejez, en casa o fuera de casa, en público o en secreto, en la soledad o en la plaza, en la ociosidad o en los negocios, siempre os acompañan, están presentes, os guían, os sirven y os ayudan.
La doctrina es un verdadero mantenimiento del ingenio, con que se mantienen y sustenta; tanto, que es grande sinrazón tener cuidado de mantener el cuerpo, teniendo el ánimo hambre y necesidad de mantenimiento. Este manjar del ánimo da verdaderos deleites, trae gozos y regocijos firmes y perpetuos, que naciendo los unos de los otros, y renovándose entre sí, jamás nos dejan ni nos cansan.
***
No hay más ciertas riquezas que las amistades firmes.
No hay más segura guarda que tener leales amigos.
El sol quita del mundo quien quita de la vida la amistad.
Mas la amistad verdadera y firme y que ha de durar, solamente es entre los buenos,
entre los cuales, como quieren un mismo bien, muy fácilmente cuaja el amor.
Los malos ni pueden ser amigos entre sí, ni tener amistad con los buenos.
Para que te quieran bien, el más cierto y más breve camino es amar. No hay cosa
que tanto pueda atraer a amar como el amor.
Después de esto, lo que más atrae el amor es la virtud, que de suyo se hace siempre
bien querer; tanto, que nos convida y trae a amar aun a aquellos que nunca conocimos.
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Cosa es de hombres de poco entendimiento andarse tras conocer a otros, y no
conocerse a sí mismo.
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No esperes a que tu amigo venga a descubrirte su necesidad; tú la has de oler y
salirle al camino y ayudar. Ataja la plática cuando te piden algo justamente; otórgalo sin
pesadumbre antes que te lo acaben de pedir.
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Desventurado el hombre que no tiene quien le amoneste cuando tienen necesidad
de ello.
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También has de pensar que eres demasiado delicado si cuando te tocan en un pelo
te parece que te dan gran golpe. No creas que tú sólo eres hombre, y que los otros son bestias, que no han de osar
chistar; hombre eres, vive en la ley igual con los otros hombres.
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Sin comparación es muy menor mal recibir agravio que agraviar a nadie; ser
injuriado que injuriar; y mejor es que otros te engañen a ti, que no que tú engañes a
nadie; como aun por la sabiduría humana lo vinieron a alcanzar los gentiles, como
fueron Sócrates, Platón, y Séneca.
Ten en memoria que es cosa de hombre y conforme a la flaqueza de nuestra
naturaleza humana recibir engaño o errar. Por eso no tomes tan a mal los pecados que
otros hacen, ni te agravies tanto del error que cometieron contra ti. De ánimo generoso es perdonar; mas guardar el enojo es de hombres recios y
crueles, de ruin casta y bajos; lo cual aun la naturaleza nos lo muestra en los mudos
animales.
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Si estás enojado con alguno, haz, según te aconseja el Apóstol, que no se caiga el
sol antes que tu enojo.
Cuando te hayas de ir a acostar desnuda de tu ánimo las rencillas, enojos, ofensas,
codicias, congojas y pasiones, para que con ánimo concertado y sosegado te puedas
entregar en el dulce reposo.
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Estemos pues como si estuviésemos ya puestos en el escuadrón, el ojo alerta, las
haldas en vinta, vivos, despiertos, y no dejando jamás perder nuestras ocasiones. Y pues
esta vida huye con tanta presteza, siendo su fin tan incierto, que no hay quien se pueda
asegurar un día, es cosa de locos y de grandísimos peligro alargar nuestra esperanza a
plazo largo, y dilatar hacer nuestros aprestos para en la jornada que hemos de pasar, a la
cual cada momento nos llaman y emplaza, no sabiendo cuándo nos han de poner en el
camino por donde forzosamente habemos de ir, agora nos pese, agora nos plega.
594. Por lo cual sea nuestro ejercicio aparejar y ganar un tesoro para la otra vida, en que
no pase día que no añadamos algo; porque estando con él aparejados y confiados, nunca
por nuestro descuido y flojedad nos tome desapercibidos la muerte, sino aparejados para
la partida, estando ya hartos de las cosas de este mundo, y llevando para la otra delante
en nuestras manos grande y firme esperanza de la vida que hemos pasado inocente y
santamente, mediante la fe de Jesucristo, Hijo de Dios, y la religión y piedad que él
mismo nos enseñó; que ésta fue la mayor y más singular y excelente merced que pudo
el hombre recibir de Dios, por lo cual venimos en conocimiento de Él, y cuanto un
hombre mortal puede, le imitamos, seguimos y alcanzamos.
595. Si no fuese por esto, ¿qué cosa sería el hombre, sino un animal como los otros, que
sin seguir el camino de la razón, sin saber por qué ni para qué, se van por donde los pies
los llevan? ¿En qué les llevarían ventaja, sino en ser en su brutalidad inmortal? Así como se ha de estimar en más un día de un hombre que vive por razón, que la
vida larguísima de un cuervo o de un ciervo, así se ha de preciar más un día pasado en
servicio de Dios y en religión, que es en vida divina, que todo el siglo eternal junto,
habiendo de ser sin conocimiento y amor de Dios. “Esta es la vida eterna (dice nuestro Señor Jesucristo), que conozcamos al Padre, y,
a Jesucristo, su unigénito Hijo, que él envió”. Este es el camino de la perfecta y cumplida sabiduría, en la cual el primer caso es
conocerse el hombre a sí mismo; el último, conocer a Dios. Al rey de los siglos inmortal
e invisible; al Dios de toda sabiduría, sea honor y gloria por siglos de siglos. Amén.
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