Hay primacía de lo Justo sobre el Bien, porque, una vez superada la pérdida de todo absoluto, cada uno es juez de su propio bien. No le corresponde a una instancia dominadora, sea la que sea, fijarlo y prescribirlo. Ninguna definición de la vida buena debe prevalecer, ninguna verdad debe reinar. Laico es el Estado que, desde el respeto de las normas jurídicas, nos permite llevar nuestra existencia como mejor nos parezca, como nos dé la gana, a la luz de nuestras propias elecciones en conciencia.
Objeción de Antonio Barnés:
Esa justicia separada del bien es ilusoria, porque toda justicia es inseparable de una concepción del bien. Si se pena al defraudador es porque para el legislador el fraude es un mal. Si el legislador declara que el aborto es un derecho es porque considera que el aborto es un bien. No existe el estado neutro. El llamado Estado laico es el que impone la "religión", es decir, el universo moral de los legisladores.
Es sorprenderte cómo se puede razonar de este modo. ¿Cómo que podemos llevar nuestra existencia como mejor nos parezca, a la luz de nuestras propias elecciones en conciencia? ¡Tenemos que someternos a las leyes del Estado! No podemos ir con un determinado vehículo por según que zonas, no puedo hacer un contrato si no sigo una infinita casuística, tengo que someterme a leyes de educación, de sanidad y de infinitas cosas.
Los muros se resquebrajan: la actualidad fuerza las puertas del templo, la libertad de los Modernos se cuela en los patios de recreo y en las aulas, el presente no se deja ya distanciar, lo cotidiano no se olvida jamás, los deseos de la vida invaden la institución, la sociedad, con sus códigos, sus modas, sus marcas, sus emblemas, sus objetos fetiches, sus símbolos de pertenencia y de reconocimiento, irrumpe en la escuela.
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