Como	la	religión	y	como	los	mitos,	la	literatura	no	es	buena	ni	mala	por	sí	misma;	sin	embargo,	en
 gran	medida	pensamos	a	través	de	ella.	En	palabras	de	Peter	von	Matt,	es	la	«adversaria	de	la	filosofía
 en	la	empresa	de	explicar	el	mundo».[15]	Incluso	cuando	adopta	una	posición	crítica,	nos	está	señalando
 aquellos	prejuicios	que	debemos	cuestionarnos	precisamente	porque	están	ahí,	contribuyendo	así	a
 articular	su	existencia:	«Pensamos	con	sentimientos,	pensamos	con	imágenes	y	con	historias,	pensamos
 con	recuerdos,	pensamos	con	melodías,	pensamos	con	deseos	y	con	miedos.	El	arte,	cualquier	forma
 artística	del	mundo,	no	es	más	que	una	posibilidad	continuamente	recreada	para	pensar	con	imágenes,
 melodías	y	sentimientos	y,	de	este	modo,	cerrar	las	grietas	abismales	que	nos	deja	el	pensamiento
 abstracto»	(Von	Matt).	De	existir	un	«modo	particular	de	ser»	de	Alemania,	probablemente	convenga
 buscarlo	en	este	riquísimo	magma	de	fronteras	inciertas	más	que	en	una	visión	reduccionista	de	la
 filosofía	o	de	la	historia.	En	este	ensayo	nos	hemos	propuesto	llamar	a	la	literatura	a	declarar.
Se puede dejar abierta la cuestión de si existió un camino específico alemán desde una óptica estrictamente histórica y económica, pero quizá no sea superfluo recordar que la tesis del camino específico ha seducido a pensadores y filósofos desde bastante antes de que Auschwitz extendiera su negra sombra incluso sobre la poesía, y es que el empecinamiento en la diferencia con respecto a las demás naciones europeas fue precisamente la columna que vertebró la identidad nacional alemana desde el momento en que nació. El rechazo al universalismo católico representado por Roma y al modelo supuestamente aristocratizante de Francia alimentó entre los alemanes la sensación de ser pioneros en la exploración de un camino nuevo. Antes de su conversión a los valores democráticos, Thomas Mann —un ejemplo representativo entre muchos— hablaba todavía con manifiesto orgullo de la «cultura» alemana frente a la «civilización» occidental. Desde su punto de vista, Alemania, en su gloriosa y original especificidad, constituía la única alternativa posible para Occidente. Así pues, lo fuera o no en la realidad histórica, lo cierto es que el camino específico fue un hecho, cuando menos, en la mentalidad de los propios alemanes.
***
Con	este	auto	de	fe,	los	poetas	de
 Gotinga	patentizan	hasta	qué	punto	la	identidad	cultural	alemana	estaba	lejos	de	ser	el	fruto	de	un
 desarrollo	fluido	y	orgánico;	antes	bien,	nació	de	una	decisión	consciente	surgida	de	un	ferviente
 anhelo	identitario.	Con	ello,	están	sentando	los	primeros	fundamentos	de	una	prisión	mental	sustentada
 en	lo	que	se	considera	«propio»	y	en	lo	que	se	rechaza	como	«ajeno». 
***
Estos	clichés,	en	gran	medida	inconscientes	y	que	funcionaban	animados
 por	una	dialéctica	de	aceptación	y	de	rechazo,	eran	los	que	estaban	configurando	una	identidad
 colectiva	en	el	imaginario	alemán.	El	humor,	de	la	mano	del	ingenio	y	del	racionalismo	sofístico,	es
 rechazado	porque	se	le	atribuye	al	«otro»,	ya	sea	un	francés,	el	diablo	o	un	judío.	Sólo	el	tiempo
 mostraría	hasta	qué	punto	dar	forma	a	una	identidad	precaria	y	todavía	amorfa	a	base	de	rechazos
 puede	llegar	a	generar	monstruos.
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 Efectivamente,	Alemania	es	un	país	de	quijotes,	pero	sin	sanchos.	«El	realismo	es	el	Sancho	Panza
 del	idealismo»,	decía	uno	de	los	personajes	de	Jean	Paul.[52]	Es	más,	del	Quijote	que	leyeron	con	tanto
 entusiasmo,	los	alemanes	sólo	rescataron	al	protagonista,	el	loco,	al	que	interpretaron	positivamente
 como	un	prototipo	del	artista,	ajeno	a	la	realidad	y	creador	de	mundos	propios.	Éste	es	precisamente	el
 personaje-tipo	favorito	de	la	literatura	alemana.	Con	el	auge	del	neohumanismo,	la	conciencia	de	haber
 superado	la	mentalidad	«que	tiene	los	intereses	terrenales	por	lo	más	elevado»	—que	es	como	un	autor
 del	momento	se	refería	despectivamente	a	la	Ilustración—	surgió	muy	pronto	en	Alemania	y	constituyó
 durante	casi	un	siglo	un	obstáculo	ideológico	prácticamente	insuperable	para	la	implantación	de	una
 literatura	capaz	de	aproximarse	miméticamente	a	la	sociedad	alemana	de	su	tiempo. 

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