Harvey Cox: La ciudad secular: reduccionismo, generalización indebida, adanismo

Debemos aprender, como dijo Bonhoeffer, a hablar de Dios en una forma secular y a encontrar una interpretaci6n no religiosa de los conceptos bíblicos. No servirá de nada aferrarnos a nuestras versiones religiosas y metafísicas del cristianismo con la esperanza de que algún día la religión o la metafísica volverán de nuevo. Están desapareciendo para siempre, y eso significa que debemos dejarlas marchar y zambullirnos en el nuevo mundo de la ciudad secular. EI primer paso en semejante inmersi6n es aprender algo sobre sus peculiares características. Pero antes de hacerlo, debemos hurgar con mayor precisi6n en el otro termino clave que hemos empleado al describir el ethos de nuestro tiempo: urbanización. (pág. 26)

Cox adopta un lenguaje profético-dogmático. La versión religiosa del cristianismo es, sencillamente, el cristianismo. Y la versión no religiosa del cristianismo es el no cristianismo. En la dialéctica tradición-progreso, religión-modernidad, Cox apuesta por los segundos términos. Pero es más inteligente confrontar las dialécticas que subirse a la ola que, en su momento, parece la definitiva. Pareció que el arrianismo se impondría, pareció que el conciliarismo se impondría, pareció que el comunismo se impondría. Un pensador no ha de apostar por un caballo presuntamente ganador. Ha de amar a sus contemporáneos, pero ha de amar más la verdad.

La secularización designa la naturaleza de la mayoría de edad del hombre. (pág. 26)

¿Mayoría de edad la época de las dos guerras más cruentas de la historia, de los sistemas totalitarios, de los campos de exterminio, de las bombas atómicas, de la industria del aborto? En los siglos XIX y XX ha habido un desarrollo científico y técnico espectacular al tiempo que una grave quiebra en humanidad, producto, entre otras cosas, de la secularización antirreligiosa (no de una positiva secularización que contrarresta el clericalismo).


La secularización implica un proceso histórico, casi ciertamente irreversible, en el que la sociedad y la cultura son liberadas de la tutela del control religioso y de las cerradas concepciones metafísicas del mundo. (pág. 42)

Durante la cultura "no liberada" de la tutela religiosa se escribió la Divina Comedia, el Quijote y los dramas de Skakespeare. Se pintó la Capilla Sixtina, se esculpió el David y Bach compuso su música. ¿? ¿Qué son más "cerradas", las concepciones metafísicas o los sistemas filosóficos olvidados del ser y reductivos tales como el marxismo o el psicoanálisis?

Nadie gobierna por un derecho divino en la sociedad secular. En la sociedad presecular todos lo hacen. Así como la naturaleza es percibida por el hombre tribal como parte de su familia y como el locus de la energía religiosa, así también Ja estructura del poder político es aceptada como una extensión de la autoridad familiar y como la voluntad inequívoca de los dioses. La identificación del orden político con el religioso, sea en una tribu primitiva donde el jefe es también el brujo, o en el Imperio Romano donde el emperador es al mismo tiempo el gobernante político y pontifex maximus, delata la misma legitimización sacral del poder político. (Pág. 47)

¿Y qué ocurre con los 500 años de República, durante los cuales son elegidas magistraturas colegiadas y anuales? El proceso de divinización de los emperadores es, en efecto, propio del Imperio, fase posterior a la República.

Comno tal, [el Éxodo] simbolizó la liberación del hombre de un orden sacral-politico hacia la historia y el cambio social; de unos monarcas religiosamente legítimos hacia un mundo donde la dirección política estaría basada en el poder obtenido por la capacidad para realizar objetivos sociales específicos. (Pág. 48)

No parece. Israel huye de un régimen esclavista, no de un régimen "sacro". De hecho, su conductor, Moisés, ha sido elegido por Dios. Sus futuros reyes, Saúl y David, serán ungidos y elegidos por el profeta de Dios.

[...] ningun pensador político puede evitar el tratar de una forma u otra la inherente limitaci6n de la política que esta engastada en la cultura occidental a través de la desacralizaci6n del poder político. (Pág. 51)

La secularización contemporánea ha engrosado al Estado, que ha asumido funciones otrora propias del altar y legisla sobre lo bueno y lo malo. Se ha convertido es un ente totalitario, providente, moralista, gendarme...

Por pragmatismo entendemos la preocupación del hombre secular por la pregunta: «¿Funcionará?» El hombre secular no se ocupa mucho en misterios. Se interesa poco en cuanto parezca resistir a la aplicaci6n de la energía y la inteligencia humanas. Juzga las ideas, como sugiere el diccionario en su definici6n de pragmatismo, por los «resultados que conseguirán en la práctica». EI mundo es concebido no como un sistema metafísico unificado, sino como una serie de problemas y proyectos. (Pág. 83)

Es probable que Cox esté confundiendo al "hombre secular" con el "hombre prototipo estadounidense". Pero el todo es mayor que la parte.

Por profanidad aludimos al horizonte totalmente terrestre del hombre, la desaparici6n de toda realidad supramundana que defina su vida. Pro-fano significa literalmente «fuera del templo»: y por lo tanto algo «que tiene que ver con este mundo». Al llamarlo profano no sugerimos que el hombre secular sea sacrílego, sino que es irreligioso. Concibe al mundo no en términos de algo que sea distinto del mundo, sino en  términos del mundo mismo. Siente que todo significado que haya que buscar en este mundo se origina en este mundo mismo. Profano significa simplemente de este mundo. (Pág. 83-84)

Es sorprendente cómo generaliza y absolutiza Cox al afirmar que "el hombre secular es irreligioso". Probablemente este describiendo el resultado de la "reforma" protestante en vastas masas de población. Pero no solo existen los protestantes. Confunde también el fin de los Estados confesionales y aun de los partidos confesionales con el final de los "hombres religiosos". Parece que las urbes son un invento contemporáneo y que son incompatibles con la religión, como si no hubiese habido ciudades desde el inicio del cristianismo hasta nuestros días, y como si el auge de las ciudades medievales no hubiera coincidido con el nacimiento de las universidades y su escolástica, y el surgimiento de las órdenes mendicantes y predicadoras. El pensamiento posilustrado peca frecuentemente de adanista, de reduccionista, de tomarse demasiado a pecho la tabula rasa cartesiana, de iluminismo. Así, el proceso de "desencantamiento" del mundo no solo comenzó con la Biblia, como resalta Cox, sino con la filosofía griega. 

Van Peursen cree que ahora nos encontramos en un periodo de transición de lo que el llama el periodo «Ontológico» al periodo «funcional» de la historia humana. La era ontológica reemplaza a otra que él llama la era «mítica». Estas tres eras, con sus respectivas formas de captar la realidad, se relacionan muy íntimamente con lo que hemos llamado las épocas tribal, burguesa y y cosmopolita, cada una con su característica maniere d' etre. (Pág. 87)

Cuánto se parece la clasificación de Peursen a las edades teológica, filosófica y positiva de Comte... al "hasta ahora los filósofos han interpretado el mundo..." de Marx, al adanismo de Freud, al poshumanismo actual... Todo parte del iluminismo ilustrado, de la tabula rasa cartesiana... No son enanos a hombros de gigantes, sino enanos que se creen gigantes. Son clasificaciones muy simétricas, como las de los antropólogos. Y si no cuadran con los hechos, ¡peor para los hechos!

Camus sabía que hay una contradicción esencial entre la tradicional doctrina cristiana de Dios y la plena libertad y responsabilidad del hombre. (Pág. 94)

Justo al revés. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, que es libre. La verdad os hará libres. Cristo es la verdad. Cristo ha conquistado para nosotros la libertad.

Camus pudo muy bien haber escrito estas palabras. Libre de la vivida retórica de su predecesor, y sin su prometeismo adolescente, Camus no obstante insistió tranquilamente en que el hombre debe escoger entre el Dios tirano de la teología cristiana y el ser un hombre pleno. Habiendo hecho esta elección, el hombre podría a su vez volver su atención plena a luchar por la justicia "siempre que se presente la oportunidad". (Pág. 95)

Yo insisto tranquilamente en que el Dios de la teología cristiana es un Padre amoroso cuyas delicias son estar con los hijos de los hombres. El hombre pleno es Cristo, nuevo Adán, verdadero Dios y verdadero hombre. Los cristianos, que hemos recibido el mandato de amarnos los unos a los otros y de dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo y de redimir al cautivo, no necesitamos lecciones de justicia de los ateos.

Creo que la elección con que nos confronta Camus es inevitable, y que dada la elección como él la entendió, sólo podemos escoger con él. Un Dios que cercena la creatividad del hombre y desjarreta su responsabilidad por su compañero, debe ser destronado. Nietzsche y Marx también vieron esto, lo mismo que Proudhon. La diferencia es que en nuestro período la cuestión no esta siendo encasquetada por unos pocos intelectuales desparramados que se ponen la etiqueta de ateos, sino por todo el carácter de la civilización urbana-secular. Camus no habló para un pequeño conventículo, sino para toda una generaci6n que esta brotando. (Pág. 95)

El Dios de Dante Alighieri, Petrarca, Miguel Ángel Buonarotti, Cervantes, Skakespeare y Bach posee una forma muy peculiar de "cercenar la creatividad del hombre". El Dios de los monasterios, catedrales, universidades, hospitales, escuelas, colegios y ciencia de un Copérnico o un Mendel posee una forma muy peculiar de "desjarretar su responsabilidad por su compañero". Hay que rendir culto más bien al ateísmo de los campos de exterminio y los gulags. 

Nosotros somos hombres pragmáticos cuyo interés por la religión es a lo sumo periférico. Es verdad que en el centro de nuestras cuestiones pragmáticas podemos oír ecos de cuestiones mas viejas sobre c6mo ser salvos, cómo vencer la culpa y la insuficiencia, cómo discernir la significación y cómo vivir con una finalidad. Pero hay una diferencia real. En épocas anteriores el hombre buscaba las respuestas a sus problemas en las musas, los dioses o los «valores». EI hombre secular confía en sí mismo y en sus colegas para hallar las soluciones. No pregunta a la Iglesia, al sacerdote, o a Dios. (Pág. 104)

Generalización indebida. Cox salta toda la Edad Media y la Edad Moderna, o sea, más de mil años donde las respuestas ni se buscaban en las musas, ni en los dioses, ni en los "valores". Olvida el carácter racional de la teología cristiana, que dialogó con las filosofías griega y romana y asumió muchos de sus contenidos. Probablemente el pensamiento de Cox sea fruto de la cancelación petrarquesca de la Edad Media, de la cancelación cartesiana de la filosofía medieval y del humanismo, y de la cancelación decimonónica de la tradición. Tanta cancelación permite que el adanismo y el iluminismo campen por sus respetos. El perfil del hombre de Cox es sociológico, esto es, superficial. 

EI Evangelio no llama al hombre a retornar a un estadio previo de su desarrollo. No llama al hombre a que vuelva a la dependencia, pavor y religiosidad. Antes bien, el Evangelio es una llamada a la urbanización imaginativa y a la secularidad madura. No es una llamada al hombre para que abandone su interés por los problemas de este mundo, sino una invitación a aceptar todo el peso de los problemas de este mundo como el don de su Hacedor. Es una llamada al hombre de esta era técnica, con todo lo que significa, buscando hacer en ella una morada humana para todos los que viven en ella. (Págs. 106-107)

El Evangelio no es una llamada al pavor. La dependencia es simplemente un derivado de nuestra condición contingente y mortal. No sé por qué se ha de separar religiosidad de secularidad. Probablemente posea Cox una perspectiva clerical. Se puede ser laico y contemplativo, laico y santo, contemplativo y amante del mundo. Orante y laborante. Se puede transformar el trabajo en oración.

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