Un mundo nuevo, un mundo siempre nuevo, un mundo de siempre, joven para siempre, eso es el paraíso

 Intento desde entonces, todos los días, asirme a algo estable, intento desesperadamente volver a encontrar un presente, instalarlo, ampliarlo. Viajo para volver a encontrar un mundo intacto sobre el que el tiempo no tenga poder. En efecto, dos días de viaje, el conocimiento de una nueva ciudad, contienen la precipitación de los acontecimientos. Dos días en un país nuevo valen por treinta de los que uno vive en su lugar habitual, recortados por la usura, deteriorados por la costumbre. La costumbre pule el tiempo, resbala uno sobre él como sobre un suelo demasiado encerado. Un mundo nuevo, un mundo siempre nuevo, un mundo de siempre, joven para siempre, eso es el paraíso. La velocidad no es solamente infernal, es el propio infierno, es la aceleración en la caída. Existió el presente, existió el tiempo, ya no existe ni presente ni tiempo; la progresión geométrica de la caída nos ha lanzado a la nada. p. 15

Eugène Ionesco, Diario.





 

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