Un artista explica en una entrevista que con 30 años decidió ser mujer, -desde entonces posee un nombre feminizado-, y que en el momento de la entrevista, -20 o 30 años más tarde-, se está planteando convertirse en pájaro. A pesar del tiempo trascurrido de su decidida condición femenina, a mis ojos de espectador quedaba claro que quien hablaba era un hombre. Era un percepción inmediata, no la conclusión de un análisis. En su rostro había algunas pinceladas de feminidad, pero su voz, su modo de razonar, su gestualidad eran masculinos. Si su decisión de transformarse en pájaro se consuma, va a resultar más difícil mostrarse como tal. Porque al fin y al cabo, lo más parecido a un hombre es una mujer y lo más parecido a una mujer es un hombre.
Cada uno es muy libre de imaginar e imaginarse lo que quiera. Al fin y al cabo, la imaginación no tiene límites, o si los tiene, no son advertidos de modo inmediato. Pero nuestra voluntad, nuestra capacidad de decidir no es ilimitada. Yo puedo decidir vender millones de libros, pero ello no significa que los venda.
¿Y si yo, hombre, decido ser mujer, puedo serlo? No parece muy factible. Ni tampoco se entiende fácilmente qué beneficio se obtiene de ello más allá de la percepción de estar autodeterminándose de un modo radical. Definía San Agustín la libertad como la autodeterminación hacia el bien. En el caso del Fluid self, de la identidad líquida, de la que habla Brenda Milis, responsable del departamento creativo y tendencias visuales de Adobe Stock, el bien se identifica con la autodeterminación. Pero es una autodeterminación orientada hacia la esfera sexual, no hacia un modelo moral tipo héroe, caballero, cortesano, sabio o santo.
La fluidez sexual se ha practicado siempre en contextos de carnavalización. Ahí el travestismo expresa transgresión. Es el mundo de los ritos dionisiacos de la fiesta, el juego, la comicidad que ha estado presente de un modo u otro en todas las culturas, pero en episodios particulares, no en estados permanentes. Se percibían como un juego, una farsa, y se experimentaba el placer propio de estos estados. Hacer de la farsa, del juego, una forma de vida permanente, vivir como si el disfraz de pirata convirtiera en pirata, es algo novedoso, propio, a mi juicio de una cultura de la imagen. Desde las vanguardias de comienzos del siglo pasado la transgresión ha estado muy ligada a lo visual. La invención de la fotografía y la revolución en la pintura que le sucedió han dotado al hombre de una capacidad de representación inusitada. Si a esto le sumamos las posibilidades de diseño que posibilita la informática, la transgresión ha adquirido una dimensión icónica tremenda. Todo el fenómeno trans, toda esta cultura del Fluid self se asienta en su visualización como en su humus. Necesita el espectáculo.
Preguntada por las implicaciones ideológicas del Fluid self, Brenda Millis responde que es una opción progresista,con lo que para ella, y su interlocutor, queda plenamente justificada. Decir progresista significa "bueno". Pero no explica por qué es bueno. Y esa no explicación evidencia la naturaleza voluntarista y emotivista del Fluid self. No hay razones. O mejor, la razón es quiero y me gusta. Voluntad de poder. Voluntad de placer. Pero el hombre, mostró con clarividencia Viktor Frankl, es un ser en busca de sentido al que el poder y el placer no puede satisfacerle plenamente.
Hemos pasado del Dios voluntarista occamiano al hombre voluntarista, emotivista, individualista, narcisista. La venganza contra el hiperracionalismo que deriva en voluntarismo y emotivismo se va al otro extremo. La venganza no es buena consejera. No se puede mutilar ni la lógica, ni la libertad, ni la emotividad sin dejar al hombre mutilado, castrado o masectomizado.
La cultura del Fluid self es narcisista, individualista, de seres humanos instalados en la adolescencia, como avestruces que esconden su cabeza y se niegan a aceptar la condición esencialmente dependiente del ser humano. La libertad como mera autodeterminación es un espejismo, pues somos seres que han nacido sin haber sido consultados, de unos padres no elegidos, y con una vida contingente, transitoria, mortal.
¿No nos gusta ser dependientes? ¿Es malo ser dependientes? ¿Es malo ser lo que somos? Sí, podemos crear, podemos transformar casi cualquier cosa en algo nuevo, con nuestra impronta. Pero ¿podemos crearnos o recrearnos a nosotros mismos en algo tan medular, por ejemplo, como nuestra condición sexual, que modula nuestro cuerpo? Nuestra imaginación puede ser fluida. ¿Lo son también los ovarios o los testículos?
Probablemente la dialéctica infraestructura / superestructura marxista se ha trasladado a la sexualidad. Al fin y al cabo, desde una perspectiva materialista, la libertad puede ser una ilusión, el pensamiento una combinación química, pero la sexualidad es algo tangible, visible, corporalmente comprobable. Si la sexualidad es la infraestructura, entonces es lo determinante, lo fundamental, lo básico. La identidad, que tradicionalmente se había basado en la nación, la religión, la cultura, la profesión, etcétera, ahora se ubica en la sexualidad. Por lo que definirse como heterosexual, homosexual, bisexual o transexual se convierte en la clave de nuestro carnet de identidad. Alterar nuestra "infraestructura" deviene en el maximum del poder creativo: la realización del seréis como Dios.
¿Por qué es progresista el Fluid self? Ya que no lo explica Brenda Millis, voy a aventurar hipótesis. Es progresista (bueno, en lenguaje progresista, valga la redundancia) porque es nuevo (kainolatría), porque es lo último (escatolatría), porque se está dando (culto al factum), porque es visualmente fascinante (idolatría), porque es irracional, porque consagra nuestra voluntad y nuestras pulsiones (particularmente las eróticas) como reinas de nuestra vida.
Breton: la omnipotencia del deseo, que fué desde un principio
el solo acto de fe del surrealismo
la pintura»
que no será más que la “fotografía en colores y al alcance de
iodos de la irracionalidad concreta y del mundo imaginativo en
general”; en la escultura» que no será más que el “molde al alcance
de todos de la irracionalidad concreta. . Se
Nada quiso tanto el surrealismo como ver al deseo librado
de ataduras y oropeles vergonzosos a los que a veces fué obligado
a recurrir. No sólo hay que proclamar su omnipotencia, se
debe desembarazarlo de los obstáculos que perturban su realización,
tanto de los que dependen de la sociedad como de los inherentes
a la condición humana. La verdadera revolución para
los surrealistas es la victoria del deseo. Nadeau Maurice. Historia del surrealismo.
El hecho de que Bretón tome su lugar de artista y
se convierta y quede en gran artista revolucionario, el hecho de
que todo el movimiento surrealista sea y quede siendo un gran
movimiento artístico revolucionario que influye en la vida dentro
de lo que ei arte puede influir en ésta, no impide al surrealismo
cumplir la misión inicial que se ha propuesto; “la destrucción
radical del mundo”.
Cada uno es muy libre de imaginar e imaginarse lo que quiera. Al fin y al cabo, la imaginación no tiene límites, o si los tiene, no son advertidos de modo inmediato. Pero nuestra voluntad, nuestra capacidad de decidir no es ilimitada. Yo puedo decidir vender millones de libros, pero ello no significa que los venda.
¿Y si yo, hombre, decido ser mujer, puedo serlo? No parece muy factible. Ni tampoco se entiende fácilmente qué beneficio se obtiene de ello más allá de la percepción de estar autodeterminándose de un modo radical. Definía San Agustín la libertad como la autodeterminación hacia el bien. En el caso del Fluid self, de la identidad líquida, de la que habla Brenda Milis, responsable del departamento creativo y tendencias visuales de Adobe Stock, el bien se identifica con la autodeterminación. Pero es una autodeterminación orientada hacia la esfera sexual, no hacia un modelo moral tipo héroe, caballero, cortesano, sabio o santo.
La fluidez sexual se ha practicado siempre en contextos de carnavalización. Ahí el travestismo expresa transgresión. Es el mundo de los ritos dionisiacos de la fiesta, el juego, la comicidad que ha estado presente de un modo u otro en todas las culturas, pero en episodios particulares, no en estados permanentes. Se percibían como un juego, una farsa, y se experimentaba el placer propio de estos estados. Hacer de la farsa, del juego, una forma de vida permanente, vivir como si el disfraz de pirata convirtiera en pirata, es algo novedoso, propio, a mi juicio de una cultura de la imagen. Desde las vanguardias de comienzos del siglo pasado la transgresión ha estado muy ligada a lo visual. La invención de la fotografía y la revolución en la pintura que le sucedió han dotado al hombre de una capacidad de representación inusitada. Si a esto le sumamos las posibilidades de diseño que posibilita la informática, la transgresión ha adquirido una dimensión icónica tremenda. Todo el fenómeno trans, toda esta cultura del Fluid self se asienta en su visualización como en su humus. Necesita el espectáculo.
Preguntada por las implicaciones ideológicas del Fluid self, Brenda Millis responde que es una opción progresista,con lo que para ella, y su interlocutor, queda plenamente justificada. Decir progresista significa "bueno". Pero no explica por qué es bueno. Y esa no explicación evidencia la naturaleza voluntarista y emotivista del Fluid self. No hay razones. O mejor, la razón es quiero y me gusta. Voluntad de poder. Voluntad de placer. Pero el hombre, mostró con clarividencia Viktor Frankl, es un ser en busca de sentido al que el poder y el placer no puede satisfacerle plenamente.
Hemos pasado del Dios voluntarista occamiano al hombre voluntarista, emotivista, individualista, narcisista. La venganza contra el hiperracionalismo que deriva en voluntarismo y emotivismo se va al otro extremo. La venganza no es buena consejera. No se puede mutilar ni la lógica, ni la libertad, ni la emotividad sin dejar al hombre mutilado, castrado o masectomizado.
La cultura del Fluid self es narcisista, individualista, de seres humanos instalados en la adolescencia, como avestruces que esconden su cabeza y se niegan a aceptar la condición esencialmente dependiente del ser humano. La libertad como mera autodeterminación es un espejismo, pues somos seres que han nacido sin haber sido consultados, de unos padres no elegidos, y con una vida contingente, transitoria, mortal.
¿No nos gusta ser dependientes? ¿Es malo ser dependientes? ¿Es malo ser lo que somos? Sí, podemos crear, podemos transformar casi cualquier cosa en algo nuevo, con nuestra impronta. Pero ¿podemos crearnos o recrearnos a nosotros mismos en algo tan medular, por ejemplo, como nuestra condición sexual, que modula nuestro cuerpo? Nuestra imaginación puede ser fluida. ¿Lo son también los ovarios o los testículos?
Probablemente la dialéctica infraestructura / superestructura marxista se ha trasladado a la sexualidad. Al fin y al cabo, desde una perspectiva materialista, la libertad puede ser una ilusión, el pensamiento una combinación química, pero la sexualidad es algo tangible, visible, corporalmente comprobable. Si la sexualidad es la infraestructura, entonces es lo determinante, lo fundamental, lo básico. La identidad, que tradicionalmente se había basado en la nación, la religión, la cultura, la profesión, etcétera, ahora se ubica en la sexualidad. Por lo que definirse como heterosexual, homosexual, bisexual o transexual se convierte en la clave de nuestro carnet de identidad. Alterar nuestra "infraestructura" deviene en el maximum del poder creativo: la realización del seréis como Dios.
¿Por qué es progresista el Fluid self? Ya que no lo explica Brenda Millis, voy a aventurar hipótesis. Es progresista (bueno, en lenguaje progresista, valga la redundancia) porque es nuevo (kainolatría), porque es lo último (escatolatría), porque se está dando (culto al factum), porque es visualmente fascinante (idolatría), porque es irracional, porque consagra nuestra voluntad y nuestras pulsiones (particularmente las eróticas) como reinas de nuestra vida.
Breton: la omnipotencia del deseo, que fué desde un principio
el solo acto de fe del surrealismo
la pintura»
que no será más que la “fotografía en colores y al alcance de
iodos de la irracionalidad concreta y del mundo imaginativo en
general”; en la escultura» que no será más que el “molde al alcance
de todos de la irracionalidad concreta. . Se
Nada quiso tanto el surrealismo como ver al deseo librado
de ataduras y oropeles vergonzosos a los que a veces fué obligado
a recurrir. No sólo hay que proclamar su omnipotencia, se
debe desembarazarlo de los obstáculos que perturban su realización,
tanto de los que dependen de la sociedad como de los inherentes
a la condición humana. La verdadera revolución para
los surrealistas es la victoria del deseo. Nadeau Maurice. Historia del surrealismo.
El hecho de que Bretón tome su lugar de artista y
se convierta y quede en gran artista revolucionario, el hecho de
que todo el movimiento surrealista sea y quede siendo un gran
movimiento artístico revolucionario que influye en la vida dentro
de lo que ei arte puede influir en ésta, no impide al surrealismo
cumplir la misión inicial que se ha propuesto; “la destrucción
radical del mundo”.
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