Amar, según la fe cristiana, es dar la vida.
Dios Padre da la vida, crea, por amor.
Dios Hijo da su vida, la entrega en la cruz, por amor.
Dios Espíritu Santo da la vida de la gracia, sana y eleva al hombre, por amor.
(Propiamente, crear, redimir y santificar son obra de toda la Trinidad, pero se suele atribuir cada una a una Persona).
El hombre, como criatura, hijo e imagen de Dios que es, se realiza amando, dando la vida. La felicidad precisamente es consecuencia de ese amar, de ese dar la vida.
Jesús lo dice claramente: "Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos".
Y: "Hay más felicidad en dar que en recibir".
Amar es dar la vida, y dar la vida es darse, entregarse, cuerpo y alma, inteligencia, voluntad y emociones: el yo entero.
Desligar la sexualidad del alma, del espíritu, es un dualismo, una separación del alma y el cuerpo, pero alma y cuerpo constituyen una unidad: no tenemos cuerpo, sino que somos corporales. Somos un cuerpo animado.
Para dar hay que tener. Para darse hay que tenerse, poseerse, ser dueño de uno mismo.
Es libre quien es dueño de sus actos (Aristóteles).
Solo el dueño de sí puede darse.
Porque no basta querer darse, hay que saber darse y poder darse.
No basta querer ser simpático, hay que saber serlo y poder serlo. Una cosa es ser simpático, y otra hacerse el simpático. Quien se hace el simpático quiere serlo pero no lo es, porque, insistimos, no basta querer, hay que saber y poder.
Solo el hombre virtuoso: sensato, justo, fuerte y templado, es dueño de sí y puede darse.
La vida humana es dinámica, no estática. No avanzar, decía san Agustín, es retroceder. Si se quiere amar, y que el amor crezca, si se quiere, por tanto, dar la vida, es necesario un continuo crecimiento en virtudes, hasta la muerte.
¿Cómo hacerlo? Necesitamos formación y ejercicio. está bien el gimnasio para el cuerpo, pero, ¿y el gimnasio de la persona, donde aprender a amar, donde mejorar nuestro amor? Con el gimnasio cuidamos nuestra salud. ¿Y cómo cuidamos nuestra felicidad?
Los padres aman porque dan la vida.
Los esposos se aman si se dan la vida mutuamente.
El amor es fecundo. El amor divino es fecundo: creación, redención, sanación. El amor humano es fecundo: recreación, procreación...
Hasta tal punto la sexualidad está relacionada con el amor, que mediante la sexualidad se da la vida, se engendra una nueva vida.
Desligar sexualidad y fecundidad, que están naturalmente unidas y que solo artificialmente pueden separarse, es destruir la humanidad de la sexualidad y trasformarla en un juguete narcisista.
No todo amor exige relación sexual (genital), pues no solo existe el amor erótico o esponsal, sino también el de benevolencia o amistad, el de necesidad, el paterno, materno, filial, fraterno, etcétera.
No todo amor amor exige relación sexual ni toda relación sexual se lleva a cabo con amor verdadero.
El sexo sin amor, sin dar la vida, deshumaniza.
Nada humano es del todo humano si falta amor: tampoco el trabajo ni la gastronomía.
Hay que dedicar tiempo en reflexionar sobre lo más importante de la vida: saber amar.
"Se vuelve ridículo no intentar conocerse a sí mismo, cuando se aspira a conocer las demás cosas". Platón, Fedro, 229E-230A.
Alguna bibliografía sobre el amor y el crecimiento en virtudes que exige:
Los cuatro amores (C. S. Lewis)
Saber amar con el cuerpo (Mikel Gotzon Santamaría)
Educar el carácter (Alfonso Aguiló...)
Amar es dar la vida: no poseer. Cuando se ama de verdad a otra persona, más que poseerla, se desea hacerla feliz, respetando su personalidad, su libertad, lo que no excluye la sugerencia de combatir algún defecto. Escribe Federico Schlegel:
Otra frase de Schlegel:
Si amar es dar la vida, la relación sexual ha de integrarse en esa donación interpersonal. La relación sexual "de ocasión" es lo que siempre se ha llamado prostitución, medie pago o no.
El principal negocio de nuestra vida son nuestros amores, nuestra familia. Dedicar la reflexión, los ejercicios y el tiempo que se merecen.
Que amar sea dar la vida no es una bonita teoría. Es lo que el hombre espera. El ser humano desea ser amado de una manera profunda y permanente, y cuando no encuentra ese amor, se frustra. El amor epidérmico no satisface. Por eso nos agarramos al amor de nuestros padres, porque lo sentimos fuerte e incondicional y, de igual modo, cuando hay una quiebra en el amor de los padres se produce una herida muy profunda, que genera a menudo una inestabilidad afectiva notable.
El amor de los padres nos hace estar de pie aunque todo a nuestro alrededor se perciba como mentira y deslealtad. Quizás por ello el cuarto mandamiento sea "Honrarás a tus padres" y no "honrarás a tus hermanos, hijos o amigos".
El amor verdadero impulsa a dar la vida incluso más allá de la muerte. El amor se percibe más fuerte que la muerte. No somos un ser para la muerte, sino un ser para el amor, y por ello, para los otros. La conciencia de que el amor es capaz de superar la muerte ha provocado palabras muy hermosas, como estas de Quevedo:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera:
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
People you love don't never die, se oye en Leave her to heaven (1945). Amor notitia est, escribió San Gregorio, el amor conoce. El amor hace intuir la inmortalidad de la persona amada.
Dios Padre da la vida, crea, por amor.
Dios Hijo da su vida, la entrega en la cruz, por amor.
Dios Espíritu Santo da la vida de la gracia, sana y eleva al hombre, por amor.
(Propiamente, crear, redimir y santificar son obra de toda la Trinidad, pero se suele atribuir cada una a una Persona).
El hombre, como criatura, hijo e imagen de Dios que es, se realiza amando, dando la vida. La felicidad precisamente es consecuencia de ese amar, de ese dar la vida.
Jesús lo dice claramente: "Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos".
Y: "Hay más felicidad en dar que en recibir".
Amar es dar la vida, y dar la vida es darse, entregarse, cuerpo y alma, inteligencia, voluntad y emociones: el yo entero.
Desligar la sexualidad del alma, del espíritu, es un dualismo, una separación del alma y el cuerpo, pero alma y cuerpo constituyen una unidad: no tenemos cuerpo, sino que somos corporales. Somos un cuerpo animado.
Para dar hay que tener. Para darse hay que tenerse, poseerse, ser dueño de uno mismo.
Es libre quien es dueño de sus actos (Aristóteles).
Solo el dueño de sí puede darse.
Porque no basta querer darse, hay que saber darse y poder darse.
No basta querer ser simpático, hay que saber serlo y poder serlo. Una cosa es ser simpático, y otra hacerse el simpático. Quien se hace el simpático quiere serlo pero no lo es, porque, insistimos, no basta querer, hay que saber y poder.
Solo el hombre virtuoso: sensato, justo, fuerte y templado, es dueño de sí y puede darse.
La vida humana es dinámica, no estática. No avanzar, decía san Agustín, es retroceder. Si se quiere amar, y que el amor crezca, si se quiere, por tanto, dar la vida, es necesario un continuo crecimiento en virtudes, hasta la muerte.
¿Cómo hacerlo? Necesitamos formación y ejercicio. está bien el gimnasio para el cuerpo, pero, ¿y el gimnasio de la persona, donde aprender a amar, donde mejorar nuestro amor? Con el gimnasio cuidamos nuestra salud. ¿Y cómo cuidamos nuestra felicidad?
Los padres aman porque dan la vida.
Los esposos se aman si se dan la vida mutuamente.
El amor es fecundo. El amor divino es fecundo: creación, redención, sanación. El amor humano es fecundo: recreación, procreación...
Hasta tal punto la sexualidad está relacionada con el amor, que mediante la sexualidad se da la vida, se engendra una nueva vida.
Desligar sexualidad y fecundidad, que están naturalmente unidas y que solo artificialmente pueden separarse, es destruir la humanidad de la sexualidad y trasformarla en un juguete narcisista.
No todo amor exige relación sexual (genital), pues no solo existe el amor erótico o esponsal, sino también el de benevolencia o amistad, el de necesidad, el paterno, materno, filial, fraterno, etcétera.
No todo amor amor exige relación sexual ni toda relación sexual se lleva a cabo con amor verdadero.
El sexo sin amor, sin dar la vida, deshumaniza.
Nada humano es del todo humano si falta amor: tampoco el trabajo ni la gastronomía.
Hay que dedicar tiempo en reflexionar sobre lo más importante de la vida: saber amar.
"Se vuelve ridículo no intentar conocerse a sí mismo, cuando se aspira a conocer las demás cosas". Platón, Fedro, 229E-230A.
Alguna bibliografía sobre el amor y el crecimiento en virtudes que exige:
Los cuatro amores (C. S. Lewis)
Saber amar con el cuerpo (Mikel Gotzon Santamaría)
Educar el carácter (Alfonso Aguiló...)
Amar es dar la vida: no poseer. Cuando se ama de verdad a otra persona, más que poseerla, se desea hacerla feliz, respetando su personalidad, su libertad, lo que no excluye la sugerencia de combatir algún defecto. Escribe Federico Schlegel:
"El afecto genuino persigue fomentar la libertad ajena, no ofrecer placeres animales".
El placer sexual humano no es animal, pero se deshumaniza si se desliga del amor interpersonal, si se convierte en un mero frotamiento de epidermis.Otra frase de Schlegel:
"En el amor, lo primero es la comprensión mutua, y lo más elevado la confianza mutua. La entrega es la expresión de la confianza, mientras que el goce puede avivar y aguzar la comprensión, mas no originarla, como defiende la opinión común. Por eso, la sensualidad puede hacer que por un breve espacio de tiempo algunas personas vulgares crean que son capaces de amarse".
Amar es comprenderse (inteligencia) y confiar (voluntad). En esa relación de comprensión y confianza, la relación sexual, abierta a la vida, es plenamente humana y enriquecedora. Pero si no hay conocimiento ni confianza y se trivializa desligándola de su fecundidad, puede ser frustrante y trasformar el presunto amor en una posesión del otro.Si amar es dar la vida, la relación sexual ha de integrarse en esa donación interpersonal. La relación sexual "de ocasión" es lo que siempre se ha llamado prostitución, medie pago o no.
El principal negocio de nuestra vida son nuestros amores, nuestra familia. Dedicar la reflexión, los ejercicios y el tiempo que se merecen.
El amor de los padres nos hace estar de pie aunque todo a nuestro alrededor se perciba como mentira y deslealtad. Quizás por ello el cuarto mandamiento sea "Honrarás a tus padres" y no "honrarás a tus hermanos, hijos o amigos".
El amor verdadero impulsa a dar la vida incluso más allá de la muerte. El amor se percibe más fuerte que la muerte. No somos un ser para la muerte, sino un ser para el amor, y por ello, para los otros. La conciencia de que el amor es capaz de superar la muerte ha provocado palabras muy hermosas, como estas de Quevedo:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera:
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
People you love don't never die, se oye en Leave her to heaven (1945). Amor notitia est, escribió San Gregorio, el amor conoce. El amor hace intuir la inmortalidad de la persona amada.
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