sábado, 15 de junio de 2019

Una metáfora falsa como arma arrojadiza

La dialéctica derecha / izquierda en el plano político parte de una metáfora impropia, ya que izquierda y derecha designan posiciones espaciales que no significan de suyo nada político. No así ocurre con la contraposición monárquico / republicano; aristócrata / demócrata u otras. Ese carácter "neutro" de la división de las opciones políticas en dos sin contenido específico permite varias consecuencias, todas negativas:
     a) el maniqueísmo de presentar dos alternativas posibles a la teoría y praxis política, lo cual es una filfa intelectual habida cuenta de que para la mayoría de las cuestiones humanas no existen solo dos posibilidades.
    b) la connotación moral que suele conllevar ese trastorno bipolar, en el que una opción es la buena y otra la mala.
    c) la continua fuente de demagogia inmodesta que tal dicotomía provoca: ellos son los malos, nosotros somos los buenos: votadnos a nosotros.
    d) la indefinición básica permite reajustar continuamente el contenido de las propuestas (cosa más difícil si se dirime, por ejemplo, entre monarquía y república). Es decir: ser de izquierdas puede significar oponerse a la OTAN y a los quince días puede significar aceptar la OTAN. Y no pasa nada.
    e) el trastorno bipolar izquierda derecha es el escenario perfecto para el demagogo. Por ejemplo: "Yo soy la izquierda (los buenos), superior moralmente a la derecha". ¿Y qué es la izquierda? "Lo que diga yo". Es una nueva versión del "Estado soy yo" pero aplicado al juego de partidos.
    f) A pesar de que la metáfora espacial izquierda / derecha carece de suyo de contenido político alguno, dada la bipolaridad maniquea, la sola palabra "izquierdista" o "derechista" puede convertirse en insulto, que equivale, más o menos a un "usted es un malvado porque es de los malos".
   g) Puede observarse que el nivel intelectual del debate político en estas coordenadas es aproximadamente el de un niño recién alcanzado el uso de razón.
   h) La indigencia intelectual de todo maniqueísmo o trastorno bipolar ahorra cualquier debate racional y permite cualquier desvergonzado exabrupto: "son muy malos porque son los otros, y de los otros, los más malos", despreciando por tanto a los votantes de la fuerza del mal que, lógicamente, pertenecen a una casta inferior que los propios votantes.

Cuando las premisas son falsas, las conclusiones nunca pueden ser verdaderas. 





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