«Una vez un hombre enfurecido arrastró a su padre a través de su huerto. “¡Basta! —gritó al final el anciano entre gemidos—. ¡Basta! ¡Yo no arrastré a mi padre más allá de este árbol!”
»Es difícil vencer el temperamento con que hemos nacido. Todos empezamos bien. Porque en la juventud ante nada nos mostramos más intolerantes que ante nuestros propios vicios, que nos resultan evidentes en los otros, y luchamos ferozmente contra ellos en nuestro interior. Pero envejecemos y nos damos cuenta de que nuestros vicios son, entre todos los vicios, inofensivos, más aún, que aportan cierto encanto a un carácter, y por tanto dejamos de luchar».
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