miércoles, 19 de diciembre de 2018

¿Por qué, realmente, reducir el saber a información inmediata o al utilitarismo de las respuestas mecánicas, por qué renunciar a la reflexión y a la aventura intelectual?

Adentrarse en la complejidad del latín, comprender las resonancias etimológicas (tanto a nivel lingüístico como conceptual), desentrañar su estructura y gozar de sus bellezas estilísticas… todo esto es una manera de conocerlo mejor, de encontrar los remedios aun antes de que surjan los problemas, y al propio tiempo de practicar una felicidad sumamente especial: la felicidad que nace, por decirlo con Aristóteles, del deseo de interpretar, de ir un poco más allá de la evidencia. ¿Por qué, realmente, reducir el saber a información inmediata o al utilitarismo de las respuestas mecánicas, por qué renunciar a la reflexión y a la aventura intelectual? ¿Por qué creer que el presente solo es el momento que se vive y que la Antigüedad clásica sea algo inútil que hay que relegar al desván? ¿Por qué no comprender que la historia de nuestras vidas no es más que una fracción de la historia y que la vida comenzó mucho antes de que naciéramos nosotros y que la existencia de un individuo es mucho más auténtica si se inscribe en un marco que trascienda los límites del registro civil? 


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