Don Jorge hubiera querido, para intimar más, mucho más, con
los suyos, ya que ellos nunca se separaban de él, no separarse él jamás de
ellos con el pensamiento, y para esto iniciarlos en sus ideas, en su dulcísima
creencia... pero un rubor singular se lo impedía. Hablar con su hija y con su
mujer de las cosas misteriosas de la otra vida, de lo metafísico y fundamental,
le daba vergüenza y miedo. No podrían entenderle. La educación, en nuestro país
particularmente, hace que los más unidos por el amor estén muy distantes entre
sí en lo más espiritual y más grave. Además, la fe racional y trabajada por el
alma pensadora y tierna- ¡es cosa tan personal, tan inefable!-.
Cambio de luz, Leopoldo Alas "Clarín".
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