se debería mandar por justicia que no se imprimiesen, ni menos se vendiesen

 Gran merced hizo Dios al hombre que sabe leer, y mucho mayor, al que dio inclinación para estudiar, en especial si le alumbró para buenos libros escoger; porque no hay en el mundo tan heroico, ni tan provechoso ejercicio, como es el del hombre que se da al estudio. Si se debe mucho a los que leen, más a los que estudian, y mucho más a los que algo componen: por cierto muy mucho más le debiera, a los que altas doctrinas componen, y esto se dice, porque hay muchos libros asaz dignos de ser quemados, y muy indignos de ser leídos. No poco es de maravillar, y aun ocasión de escandalizar, ver muchos hombres, cuán de veras se ponen a escribir cosas de burlas, y aun de burlerías, y lo que es peor de todo, que muchos ocupan mucho tiempo en leerlas, como si fuesen doctrinas [104] provechosas: los cuales por defensa de su error dicen, que no lo hacen por de ellas se aprovechar, sino por el tiempo embeber: a los cuales respondemos, que leer en malos libros, no es pasatiempo, sino perder el tiempo. Aulo Gelio dice en el quinceno libro, que a la hora que los Romanos sintieron, que los Oradores, y Poetas que residían en Roma, escribían cosas livianas, y representaban farsas poéticas, no sólo los echaron de Roma, mas aun los desterraron de toda Italia, porque la gravedad Romana, no sufría en la República haber libros vanos, ni lectores livianos. Esto que hacían los Romanos, más razón sería que lo hiciesen los Cristianos, pues ellos no tenían en qué leer, sino en libros de historias, y nosotros tenemos libros de historias, y de divinas letras: y esto hizo la Iglesia, para que con las unas escrituras nos recreásemos, y de las otras nos aprovechásemos. ¡Oh cuán desviada está hoy la República, de lo que aquí escribimos, y aconsejamos! Pues vemos que ya no se ocupan dos hombres, sino en leer libros, que es afrenta nombrarlos, como son Amadís de Gaula, Tristán de Leonis, Primaleón, Cárcel de amor, y a Celestina, a los cuales todos, y a otros muchos con ellos, se debería mandar por justicia que no se imprimiesen, ni menos se vendiesen: porque su doctrina incita la sensualidad a pecar, y relaja el espíritu a bien vivir. También dice Aulo Gelio en el libro catorceno, que en Atenas escribió un Filósofo un libro, el cual era en estilo muy curioso, y en la materia muy obscuro: lo cual sabido por Sócrates, y por los otros Filósofos, mandaron que al libro quemasen, y al autor de él desterrasen: del cual hecho podemos colegir, que en aquella muy corregida Academia, no sólo no admitían los libros vanos, y livianos, mas aun los que eran en estilo vanículos, y en las doctrinas no provechosos.

Aviso de Privados, y doctrina de Cortesanos

Antonio de Guevara



                        Urganda la Desconocida. De William Say. 1812

El hombre que vive ocioso, y no quiere, siquiera un pedazo del día ocuparse en leer algún libro de buena doctrina, más ocasión habría de llamarle bruto animal, que no hombre racional, porque el hombre cuerdo, más se ha de preciar de lo que sabe, que no de lo que tiene. No podemos negar a los que leen en buenos libros, sino que gozan de grandes privilegios, es a saber: que desprende bien a hablar, pasan el tiempo sin lo sentir, saben cosas sabrosas para contar, tienen osadía de reprehender, todos huelgan de los oír, donde quiera que se hallaren se han de señalar, a ninguno pesa de los conocer, muchos se huelgan, de con ellos se aconsejar: y lo que más es, que no son pocos los que sus ánimas, y haciendas [105] huelgan de se les encomendar. Añadiendo, pues, a lo dicho, decimos, que el hombre que es docto, y se precia de estudioso, sabrá el tal a sus amigos aconsejar, y asimismo consolar, lo cual no acontece al que es idiota, y simple; porque el tal ni sabe a los desconsolados consolar, y menos sabe en los trabajos a sí mismo valer.

Comentarios