Versos y prosas sobre el silencio

 

Y SE quedará desierta fragmento

 

…Y SE quedará desierta

tu voz, hoy tan bien poblada,

tan populosa. Ya nada

saldrá de tu boca, abierta

para siempre, pero yerta.

Serás como una llanura

sin límites: tierra dura

y sorda, aridez estante.

Serás el impresionante

silencio de esa llanura

 

Domenchina, Juan José

 

Las relaciones entre la colectividad y la persona deben ser establecidas con el único objeto de separar lo que es susceptible de impedir el crecimiento y la germinación misteriosa de la parte impersonal del alma.

Para ello es necesario por un lado que haya alrededor de cada persona espacio, un grado de libre disposición del tiempo, posibilidades para el pasaje a grados de atención más y más elevados, soledad, silencio. Al mismo tiempo hace falta que se halle en la calidez, para que el desamparo no

la obligue a ahogarse en lo colectivo.

La persona y lo sagrado. Simone Weil.

JUAN JOSÉ DOMENCHINA (1898 - 1959)

 

DE PERPETUO ARRAIGO

 

94. SILENCIO A FONDO

 

Señor, hablo silencios. ¿Quién escucha

los que, roncos, asordan mis oídos?

Más acá - y más allá - de los sentidos,

tengo la voz con la palabra en lucha.

 

Tengo la voz, para no hablar, tan ducha

en no tener acentos compartidos,

que los que emite quedan abolidos

por el silencio a fondo que me escucha.

 

Mi soledad para mí solo es mucha.

Lo que callo a conciencia - los buidos

conceptos que se embotan en mi lucha -

 

no está al alcance ya de los sentidos.

¡Señor, esa jauría! ¿Quién achucha

sus perros que atarazan con ladridos?

 

Si tal es el bien, parece difícil ir mucho más lejos en el sentido del mal que la sociedad moderna, incluso la democrática. Sobre todo una fábrica moderna no puede estar muy lejos del límite del horror. Cada ser humano es allí continuamente hostigado, espoleado por la intervención de voluntades extrañas, y al mismo tiempo el alma está en el frío, el desamparo y el abandono. El hombre necesita un silencio cálido, se le da un tumulto glacial.

La persona y lo sagrado. Simone Weil.

 

A los criminales, el verdadero castigo; a los desdichados, a los que la desdicha ha mordido en el fondo del alma, una ayuda capaz de llevarles a apagar su sed en las fuentes sobrenaturales; a todos los demás, un poco de bienestar, mucho de belleza, y la protección contra quienes podrían hacerles daño; en todas partes, limitación rigurosa del tumulto de mentiras, propagandas y opiniones; establecimiento de un silencio en el que la verdad pueda germinar y madurar; eso es lo que se debe a los hombres. (p. 73) La persona y lo sagrado. Simone Weil.

Tú solo. Nada más.

Tú solo. Nada más.

Tú solo... nada menos.

—Tu presencia en mi alma

y la ausencia en mi cuerpo

de lo que no eres Tú.

¡Qué trueque de silencios!

Silencio tuyo en mí

y silencio secreto

de todos los vacíos

que Tu mano va abriendo.

Entre tanto callar

qué marcha hacia lo eterno.

 

Ernestina de Champourcín

El nombre que me diste (1960)

 


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