La mutabilidad del pasado es el eje del Ingsoc. Los acontecimientos pretéritos no tienen existencia objetiva, sostiene el Partido, sino que sobreviven sólo en los documentos y en las memorias de los hombres. El pasado es únicamente lo que digan los testimonios escritos y la memoria humana. Pero como quiera que el Partido controla por completo todos los documentos y también la mente de todos sus miembros, resulta que el pasado será lo que el Partido quiera que sea. También resulta que aunque el pasado puede ser cambiado, nunca lo ha sido en ningún caso concreto. En efecto, cada vez que ha habido que darle nueva forma por las exigencias del momento, esta nueva versión es ya el pasado y no ha existido ningún pasado diferente. Esto sigue siendo así incluso cuando —como ocurre a menudo— el mismo acontecimiento tenga que ser alterado, hasta hacerse irreconocible, varias veces en el transcurso de un año. En cualquier momento se halla el Partido en posesión de la verdad absoluta y, naturalmente, lo absoluto no puede haber sido diferente de lo que es ahora. Se verá, pues, que el control del pasado depende por completo del entrenamiento de la memoria. La seguridad de que todos los escritos están de acuerdo con el punto de vista ortodoxo que exigen las circunstancias, no es más que una labor mecánica. Pero también es preciso recordar que los acontecimientos ocurrieron de la manera deseada. Y si es necesario adaptar de nuevo nuestros recuerdos o falsificar los documentos, también es necesario olvidar que se ha hecho esto. Este truco puede aprenderse como cualquier otra técnica mental. La mayoría de los miembros del Partido lo aprenden y desde luego lo consiguen muy bien todos aquellos que son inteligentes además de ortodoxos. En el antiguo idioma se conoce esta operación con toda franqueza como «control de la realidad». En neolengua se le llama doblepensar, aunque también es verdad que doblepensar comprende muchas cosas.
Algunas impresiones tras la lectura de 1984. (26.04.2025)
Cuando el Estado, o un partido, juegan a ser Dios, construyen un infierno.
El totalitarismo, decía Álvaro d'Ors, aspira a evitar el mal a toda costa. Por eso anula la libertad. Solo Dios, y los que se guían por el espíritu de Dios, son capaces de respetar la libertad. Remedo cruel de una auténtica moral que se vive en libertad.
El totalitarismo reescribe la historia.
El totalitarismo aspira a anular el pensamiento.
La primera manipulación es la del lenguaje.
Narrador omnisciente.
Distopía. De las utopías de la antigüedad y la modernidad a las distopías de la Edad Contemporánea: El Señor de los mundos, Un mundo feliz, Farenheit, Rebelión en la granja...
Poder absoluto, que subyuga al saber.
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