El legislador español quiere un profesor universitario hiperactivo, compulsivo, no un estudioso, no un sabio. El mejor coleccionista de méritos llegará más lejos, aún siendo un individuo que ni busque la verdad ni la espere. El legislador ha decretado la reducción de la ciencia básica en ciencia aplicada, y la ciencia aplicada en formación laboral. Las universidades se han convertido en escuelas de formación profesional.
El profesor universitario no ha de opositar, no ha de estudiar un temario, no será evaluado por su ciencia. Solo se pide que sea un hiperactivo, un compulsivo, un delirante cazador recolector de méritos, que se medirán al peso, cuantitativamente, matemáticamente. Nadie hará un discernimiento prudencial del saber ni de las investigaciones de los candidatos. No existe la prudencia: solo la calculadora y el tubo de ensayo. No importa el saber: solo el poder y el placer. El homo sapiens ha devenido en homo habilis, en esclavo.
El resultado es que el saber, la escuela, lejos de ser el contrapeso del poder y del mercado al que está llamado, se haya convertido en una compañía de danzarines que bailan al son de la ideología de moda.
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