Preludio a la muerte, de Elisabeth Mulder, muestra con maestría las relaciones afectivas que rodean a una mujer, Verónica, de gran sensibilidad y buen carácter. El libro comienza con escenas de un internado en que Verónica intima con una compañera de viva personalidad e independencia llamada Marion. Después desfilan unas institutrices que cuidaron de la niña antes de irse al internado y, sobre todo, sus relaciones con sus padres. Parece que nadie es capaz de amar a Verónica con un amor que supere las veleidades de las emociones. La madre no "encaja" con la forma de ser de su hija y le anima a volar por su cuenta. El padre decide separarse de esposa e hija e iniciar una nueva vida en América. Verónica conoce a un escritor bastante mayor que ella, Claudio, se enamoran y se casan. Pero cuando Marion pasa una temporada en casa del matrimonio, roba el corazón de Claudio que acaba marchándose con la amiga del alma.
Parece que las pulsiones de la emoción son determinantes. Claudio no se plantea reconducir su enamoramiento hacia su amor primero. La madre no se plantea que amar exige un olvido de sí para entregarse al otro. Su padre no se plantea que irse a América supone abandonar a su hija, para la que algún deber parece que tiene. Cuando Claudio se enamora de Marion traslada a Verónica la decisión sobre el futuro, abdicando incluso de su responsabilidad de decidir.
En fin, Verónica es víctima del desamor, de un amor entendido simplemente como afinidad superficial que no puede integrarse en compromiso. El final es dramático, como dramáticas son las veleidades de los sentimientos.
La lengua de Mulder fluye con suavidad y describe con competencia las difíciles cordilleras por las que discurre la afectividad humana. La narración alterna el diario de Verónica con un narrador omnisciente, lo que provoca un difuso engarce de las situaciones, algo óptimo para expresar los conflictos psicológicos protagonistas de la novela.
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