Mi amiga Luisa Ripoll, del grupo poético Río Oculto, me avisa de la muerte de Amando de Miguel. Llevaba años luchando contra el envejecimiento con lo que sabía hacer: la lectura, la escritura y el combate intelectual. Gracias en cierto modo a Río Oculto pude visitarle en su casa de la sierra madrileña hace pocos meses. Isabel Cendoya, Jorge García (miembros del grupo) y yo pasamos una mañana maravillosa en su casa con la acogida también de su esposa. Amando nos contó múltiples historias en su amplia sala de estar rodeada de libros. ¡Quién se hiciera con su biblioteca! Probablemente no la desee ninguna universidad, que preferirá el saber fragmentario y metálico de la inteligencia artificial al de la sabiduría contenida en los libros.
Conocí a Amando en una de sus brillantes conferencias, en la Facultad de Derecho de Albacete. Habló de la multitud de profecías incumplidas de los cientificistas contemporáneos. Hoy como ayer. Ese día le regalé un ejemplar de mi Elogio del libro de papel y a partir de entonces nos escribimos y nos vimos. Lo invité a dos tertulias, una en Madrid y otra en Segovia ante un nutrido grupo de atentos asistentes. Lo invité a clausurar el II Congreso Internacional Autores en busca de Autor en Toledo, en 2018. Me alegra enormemente haberle dado voz en su etapa jubilada y tan fructífera.
Tuve la brillante idea de pedirle un prólogo para mi libro Nuevo humanismo para la era digital. Gracias a ese prólogo su nombre y el mío aparecen en un mismo libro, auténtico honor para mí.
En mi último encuentro con él me regaló dos libros (y a los que venían conmigo). En uno de ellos, escribió "Para Antonio Barnesius, el Sócrates de nuestro mundo. Amando". Hiperbólico y cariñoso.
Su ejemplo de infatigable intelectual, humanista crítico con el poder, queda ahí. Tenía pendiente visitarle con mi amiga Almudena de Maeztu, nieta del gran Ramiro, al que Amando admiraba sobremanera. No pudo ser.
Descanse en paz. Que Dios, al que consta amaba, lo acoja en su seno.
Antonio Barnés
Uno de sus últimos artículos
Angustias
del escriba sentado
Amando de
Miguel
Para
Actualidad Almanzora, 17 de julio, 2023.
Después de
medio siglo de emborronar cuartillas, el escriba sedente se considera agotado.
No es porque el hontanar de ideas baje seco; sigue manando, gracias a Dios. La
desazón proviene de la sospecha de estar escribiendo las últimas piezas de mi
ajetreada vida. Es una cuestión de
resistencia física. Alguna vez tendría que suceder. Si bien se mira, he escrito
demasiado.
Esto de la
literatura volandera tiene su intríngulis. Nunca se sabe qué pueda interesar a
los curiosos lectores. Lo mío no es dejar caer nombres propios, y menos de
autores lejanos, como demostración de que los he estudiado. Tampoco, me recreo
con chismes, tan típicos del género de las tertulias. Lo que me priva es perseguir
la veta que atrae a los lectores informados. Porque lo mío no es, tampoco, dar o
comentar las noticias del día. Al final, lo que destilan estas páginas es una
especie de aperitivo para excitar la curiosidad. Se trata de la virtud que más
falta hace en el espíritu español; no digamos cuando se aplica al gremio
escribiente, tan proclive a la imitación.
Los escritos
de los diversos géneros que he practicado (sociología, novela, ensayo literario,
biografía, articulismo, etc.) me han servido un poco para penetrar en la
naturaleza humana organizada. Es lo que llamamos “sociedad”. Puede que la
española contemporánea, objeto de mis devaneos, sea bastante peculiar. Una nota
positiva es la estudiada simpatía, aunque, a veces, más parece
extraversión o condescendencia. Las negativas son más: fundamentalmente, la impuntualidad
(no atenerse a lo previsto o prometido), el desagradecimiento o
falta de admiración. Por encima de todo, está la envidia. Reconozco que
el balance resulta pesimista; pero, el pesimismo es una manifestación de la
inteligencia.
Me pongo un
poco pesado con las cuestiones referidas al lenguaje, aunque no como gramático
o filólogo, sino como aficionado. Los artículos no son buenos o malos. Lo que
cuenta es si el autor aprende o no con ellos. Hace mucho tiempo, decidí que
escribir significaba penetrar en las misteriosas esencias de las palabras.
Se entenderá, ahora, la verdadera angustia del
escriba hierático. Todas las horas hieren un poco; la última mata. Por eso los
suizos, gente ordenada, inventaron el reloj mecánico. La clepsidra era, solo,
una aproximación.
Tampoco, vayan
ustedes a creer que estas parvas prosas vayan a tener efectos taumatúrgicos. Una
cosa es cómo salen de mi caletre y otra muy distinta cómo las acoge cada lector
con el tamiz de sus prejuicios. Serán muchos los que concluyan que tiendo a
repetirme. Es el sesgo inevitable de los profesores. La razón es que todos los
años cambia su auditorio. La reiteración es esencial en muchas expresiones artísticas;
sobre todo, en la música. Por otro lado, la tarea de un buen enseñante es estar
aprendiendo de cutio. Es el contrapunto de la pedagogía. Todo el mundo puede
enseñar alguna cosa. Más raro es el gusto por aprender, o, como dicen los
mexicanos, “la gusticidad”. Llevo más de tres mil años intentándolo, sentado
sobre el suelo con las piernas cruzadas. La silla tardará muchos siglos en
generalizarse; al final, convertida en “cátedra”; que no es más que un asiento
prestado.
Le oí en varias conferencias, también he leído bastantes articulos en prensa. Me pareció alguien con un buen sentido crítico, muy agudo y a la par
ResponderEliminareducado.
Mayor orfandad aún nos cae sobre el pensamiento y la reflexión sociocultural tan necesaria en nuestros días.
ResponderEliminarDios lo tenga en su gloria. TOdo lo que he leído de él era divertido, inteligente y luminoso.
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