el vaivén de las cosas en el torrente del tiempo

 El descubrimiento de la historia dinámica, con todo lo que de ella se sigue, desde un orgulloso individualismo hasta la humildad ante los antiguos testimonios de la cultura popular, produjo una cesura real en el espíritu occidental. Desde entonces la visión histórica de las cosas ha pasado a ser algo obvio. La historia lo reduce todo a un plano relativo. Y así se convierte ella misma en algo absoluto: frente a la historia ningún dios, ninguna idea, ninguna moral, ningún orden social, ninguna obra pueden afirmarse como algo absoluto. Incluso el bien, lo verdadero, lo bello, enclavados antes en el cielo de las ideas y revelaciones inmutables, caen en la resaca del devenir y del perecer. «También lo bello tiene que morir», leemos en Schiller, y el crepúsculo de los dioses y la transvaloración de los valores serán también una consecuencia de la conciencia histórica. Por tanto, podemos decir que los pensamientos de Herder en alta mar son ya románticos, pues nos disponen para el vaivén de las cosas en el torrente del tiempo.




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