Han convertido el mundo en un inmenso diván donde cada uno relata sus neurosis sexuales y se nos exige que, a coro, bendigamos tales neurosis. Lo que la conciencia no puede cohonestar se demanda de una difusa colectividad, único sujeto que las ideologías de base luterana, despreciadoras de la persona, reconocen.
Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
Presumen de orgullo, pero quien está orgulloso no necesita del aplauso social. Uno se aplaude a sí mismo (o encuentra el aplauso de Dios) y basta.
Dejadnos en paz. Buscad la paz de la conciencia.
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