en el cerebro humano hay un hueco donde reside la fé religiosa, y cuando esta virtud le desaloja, huyendo á los cielos, la naturaleza que en el órden moral como en el físico tiene, segun la frase vulgar, horror al vacío, le llena con el absurdo
Convencido de que todos los esfuerzos, así los más débiles como los más vigorosos, son necesarios para arrancar á nuestra patria de su postración moral, he procurado cumplir con este deber de conciencia hasta donde me ha sido posible en la pequeñez de mis facultades intelectuales. Mas sería inútil querer animar el espíritu entumecido de las naciones que á tal extremidad han llegado con abstracciones deslumbradoras, por desgracia, baldías, y pueriles ilusiones, nunca realizadas; hay que hablarlas el lenguaje de la verdad, áspero, y desabrido, apelar á su instinto de conservacion, y para sacarlas de su atonía, penetrar, haciéndolas sangre, hasta los más ocultos repliegues de su incredulidad y su egoismo. Esto es lo que he intentado en algunas de mis obras dramáticas y en casi todas mis composiciones líricas. He señalado los peligros y funestas consecuencias de ciertas ideas que el pueblo admite sin reflexion, porque le halagan y adulan; he inculcado el respeto y la obediencia á las leyes, como el medio más eficaz y seguro de afianzar las libertades conquistadas, y en nombre del derecho, he combatido siempre la corrupcion de arriba y la licencia de abajo. Recordando las austeras enseñanzas de la historia, que es, por decirlo así, el cuadro patológico de la humanidad, donde se ven sus enfermedades y se estudian sus síntomas, he repetido en todos los tonos que, cuanto más adelantada está una sociedad en la senda de los progresos materiales, tanto más fácil es que caiga en la abyeccion, en la demencia y en la tiranía, si pierde el sentido moral y las virtudes públicas la abandonan; porque cuando los dioses se van, no se van solos: la dignidad humana los acompaña. Francia y España, donde desgraciadamente todo es posible y todo es efímero, son vivo ejemplo de esta verdad trivial, pero olvidada; pueblos sin ideal, marchan al azar, haciendo siempre tentativas infructuosas, cambiando á cada instante de postura sin hallar ninguna que mitigue sus dolores, devorados por la fiebre, consumidos por la impotencia, faltos de energía para salvarse, porque no tienen fé; sin resignacion para sufrir su suerte, porque no tienen esperanza. Estos principios han sido el constante tema de mis cantos en medio de las más alegres expansiones de la muchedumbre y de sus más ruidosos triunfos, lo cual me ha valido por parte de muchas personas la calificación de poeta hipocondriaco, misántropo, aficionado á los cuadros sombríos y hasta algún tanto enemigo de la libertad; i de la libertad, que ha sido y es el más profundo amor de mi vida!
Muchas veces, considerando los primores de forma á que ha llegado nuestra poesía contemporánea, tan rica en versos melodiosos, en brillantes imágenes y elegantísimos giros, he tratado de inquirir las causas del disfavor, ó más bien, del desvío con que el público la mira, y no he acertado á darme explicacion precisa y convincente de este fenómeno. ¿Será acaso por que el siglo actual, esencialmente analí tico, materializado y frio, rechace las inspiraciones del sentimiento y condene los vuelos de la fantasía? Difícil es que la historia registre en sus anales un siglo tan entregado á los caprichos de la imaginacion como el nuestro. En ciencias, en filosofía, en política, todas son hipótesis más ó ménos aventuradas, cálculos más ó ménos probables, sistemas ingeniosos en los cuales entra quizás tanta cantidad de invencion como de observacion. Vivimos en el siglo de las utopias, y la utopia es hermana menor de la poesía; es como ésta, hija de las musas. En nuestra edad no son los poetas, propiamente dichos, los que más han soñado. Los delirios de Fourrier y de Saint-Simon; las atrevidas paradojas de Proudhon y de StuartMilI; la doctrina de la evolucion natural, dirigida por leyes fatales, y aplicada por Herbert Spencer al desarrollo de la humanidad para hacer inútil la intervencion de la Providencia; las concepciones maravillosas de Kant, Hégel, Krausse y toda la pléyade de filósofos alemanes, que tan poderoso influjo han ejercido y ejercen todavía en las artes, la literatura y la política del mundo; las conjeturas de todos los naturalistas, empeñados en arrancar á la noche de ·los tiempos el secreto misterioso de nuestro orígen, y los trabajos del prehistoricismo, que intenta reconstruir lo desconocido, descifrar lo indescifrable y llegar por medio de deducciones sutiles á los últimos términos de lo pasado, cada vez más distante y oscuro, ¿ son otra cosa más que sueños sublimes, donde las verdades se mezclan con las ficciones, y ante cuya grandeza, sino con vencido, se detiene, por lo ménos, atónito el pensamiento? El magnetismo, la frenología, el espiritismo, los trípodes parlantes, los sombreros giratorios, las más inverosímiles fábulas y las creencias más extravagantes han dado en nuestros dias la vuelta al mundo, á pesar del escepticismo que le devora, ó más bien, á causa de este mismo escepticismo; porque en el cerebro humano hay un hueco donde reside la fé religiosa, y cuando esta virtud le desaloja, huyendo á los cielos, la naturaleza que en el órden moral como en el físico tiene, segun la frase vulgar, horror al vacío, le llena con el absurdo.
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