Si suprimimos lo sobrenatural, lo que nos queda es lo antinatural.
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...no es nada sensato atacar la doctrina de la Trinidad y considerarla parte de un misticismo desconcertante, y acto seguido pedir a los hombres que adoren a un ser que es noventa millones de personas en un solo Dios, sin confundir las personas ni dividir la sustancia.
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No pude dejar de ver que el hecho de que dos cosas sean distintas implica que sean similares. La tortuga y la liebre difieren en su rapidez, pero deben coincidir en el atributo del movimiento. La más rápida de las liebres no será nunca más rápida que un triángulo isósceles o la idea del color rosado. Cuando decimos que la liebre se mueve más deprisa, estamos diciendo que la tortuga se mueve. Y cuando decimos que algo se mueve, estamos diciendo, sin necesidad de más palabras, que hay cosas que no se mueven. E incluso en el acto de afirmar que las cosas cambian, decimos que hay cosas que son inmutables.
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No es verdad que todo cambie; las cosas que cambian son todas las cosas manifiestas y materiales. Hay algo que no cambia, y es precisamente la cualidad abstracta, la idea invisible. Wells afirma, con razón, que algo que hemos visto como oscuro en un caso, podemos verlo en otro como claro. Pero lo que es común a los dos incidentes es la mera idea de la luz, que nosotros no hemos visto en absoluto.
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La verdad, claro está, ha de ser necesariamente más rara que la ficción, pues la ficción la hemos inventado nosotros a nuestra conveniencia.
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Lo cierto es que se trata de un error suponer que la ausencia de convicciones definidas proporciona a la mente libertad y agilidad. El hombre que cree en algo se muestra dispuesto e ingenioso porque cuenta con todas sus armas. Es capaz de someter lo que sea a su examen en todo momento. [...] El hombre que se enzarza en un duelo con un rival experto puede imaginar que la espada que éste sostiene en su mano se ha convertido en diez espadas. Pero eso no es porque, en realidad, el hombre luche con diez espadas, sino porque apunta con mucho empeño, pero sólo con una. Es más, un hombre con una creencia definida siempre parece raro, porque no cambia con el mundo; se ha subido a una estrella fija, y es la Tierra la que gira ahí abajo, como un zoótropo. Millones de hombres trajeados se definen a sí mismos como cuerdos y sensatos simplemente porque siempre van a la par con la locura del momento, porque van a toda prisa de locura en locura, llevados por la corriente del mundo.
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...cuando vamos en busca de los verdaderos méritos de un hombre no es sensato recurrir a sus enemigos, y mucho menos aún recurrir a él mismo. p. 41
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Enviar una carta y casarse se cuentan entre las pocas cosas que todavía son del todo románticas; pues para que algo sea enteramente romántico, debe ser irrevocable. p. 40
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Percibo que es mucho más práctico empezar por el principio y discutir de teorías. Veo que los hombres que se mataron por la ortodoxia del homoousion eran mucho más sensatos que quienes discuten sobre la Ley de Educación. Pues los dogmáticos cristianos trataban de establecer un reino de santidad, y de definir, en primer lugar, lo que era realmente sagrado. Pero nuestros modernos pedagogos tratan de establecer una libertad religiosa sin determinar antes qué es religión y qué es libertad.
Todas y cada una de las modernas expresiones populares e
ideales constituyen artimañas destinadas a minimizar el problema de lo que es
el bien. Nos encanta hablar de «libertad»; y eso, hablar de ella, es un truco
para evitar discutir sobre lo que es bueno. Nos encanta hablar del «progreso»,
y eso es también un truco para evitar discutir sobre lo que es bueno. Nos
encanta hablar de «educación», y eso es un truco para evitar discutir sobre lo
que es bueno. El hombre moderno dice: «Dejemos de lado todos esos criterios
arbitrarios y abracemos la libertad». Eso, trasladado a la lógica, equivale a
decir: «No decidamos lo que es bueno, y sin embargo consideremos bueno no
decidirlo». El hombre moderno dice: «Abandona tus viejas fórmulas morales. Yo
soy partidario del progreso». Dicho en términos lógicos, es como afirmar: «No
determinemos qué es bueno. En lugar de ello, determinemos si estamos obteniendo
más de lo bueno». El hombre moderno dice: «Amigo mío, ni en la religión ni en
la moral se encuentran las esperanzas de la raza, sino en la educación». Esto,
claramente expresado, equivale a: «No podemos decidir lo que es bueno, pero
enseñémoselo a nuestros hijos». Chesterton, Herejes, 2.
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