Conservar un pasado (al margen de que consista en pensamientos, monumentos o acontecimientos), estudiarlo no en relación con las tareas que tenemos que afrontar en el presente, es el rasgo característico de una cultura estéril. Toda cultura, toda tradición en la que el pasado pierde esta perspectiva cargada de futuro, se marchita. La tradición tiene sus raíces sólo en la comprensión del presente.
Ernesto Grassi, El poder de la imagen. Rehabilitación de
la retórica, Anthropos, Barcelona, 2015, p. 135.
«No es la distracción, sino la atención la que me lleva en este camino hacia la palma de la vocación de lo alto [...]». San Agustín interpreta esta experiencia constante de la tarea como la experiencia de lo divino, de lo que nos muestra continuamente los caminos, hace que nos planteemos preguntas y crea nuestra inquietud arcaica:
Miraré hacia adelante, olvidándome de todo lo pasado [praeterita oblitus], sin extender mi deseo a las cosas futuras y transitorias, sino estando atento a las que están delante de nosotros [non in ea quae futura et transitura sunt, sed «in ea quae ante sunt» non distentus, sed extentus]. No es la distracción, sino la atención la que me lleva en este camino hacia la palma de la vocación de lo alto, donde oiré la voz de tu alabanza y contemplaré tu gozo, que no viene ni pasa. pp. 139-140.
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