Medias verdades en un libro feminista

 Ana de Miguel. Ética para Celia. Contra la doble verdad. Penguin Randon House, Barcelona, 2021. 364 páginas. ISBN: 978-84-666-6553-7

            A un libro cuyo subtítulo es “Contra la doble verdad” hay que exigirle un cuidado exquisito de la verdad, tarea esta no fácil, máxime cuando se emplea, como sucede aquí, un tono reivindicativo, irónico, coloquial …periodístico, en definitiva. Voy a enumerar, sin afán de ser exhaustivo, una serie de inexactitudes o de medias verdades que creo haber hallado en esta obra, (con lo que no pretendo descalificarla por completo).

1.      Pág. 54: “La mitología griega”… “son ficciones”… “inventadas y narradas por personas concretas, bueno, sin eufemismos, fueron inventados por varones concretos”. Precisar el sexo de los autores de unos relatos de origen popular como los mitológicos (aunque después sean materia de poetas cultos) que se pierde en la noche de los tiempos, en la época de la sola oralidad, carece de fundamento alguno.

2.      Pág. 54: “Para las griegas –y los griegos- estas narraciones se correspondían con la explicación verdadera de la realidad”. Se confunde religión (la teología civil de la que habla Varrón) con la mitología (la teología mítica, también según Varrón). La mitología griega y romana tal como nos ha llegado es una reelaboración literaria de autores cuyas obras, excuso decirlo, desconocía la mayor parte de la gente. Es cierto que Homero “educó a los griegos”, pero la filosofía, nacida en Grecia, fue muy crítica con Homero.

3.      Pág. 57. Escribiendo sobre Zeus, jefe de los dioses olímpicos, y abusador impenitente de mujeres, la autora se plantea: “¿Por qué nadie se preguntó por esas violaciones? Porque no movían ni al asombro ni a la reflexión, pasaban desapercibidas, formaban parte del paisaje, es decir, de lo normal y esperable”. No es cierto. Volvemos a Varrón. La teología física –la filosofía, la especulación racional sobre lo religioso-, claro que cuestionó esos relatos extravagantes de los dioses y a Homero. Jenófanes de Colofón, por ejemplo, del siglo V antes de Cristo, “fue bien conocido por su ataque revolucionario contra el politeísmo y el antropomorfismo de la religión griega tradicional, y contra las leyendas inmorales sobre los dioses que se encuentran en Homero y Hesíodo. Su dios es único y eterno, en forma alguna semejante al hombre”. (Howatson: Diccionario de la literatura clásica, p. 465). El platonismo, el aristotelismo, el epicureísmo y el estoicismo, escuelas filosóficas poderosas que surgen en la Grecia clásica y helenística, rechazan las fábulas mitológicas y construyen sistemas, en su mayor parte no hostiles a la divinidad, al margen de los mitos.

4.      Pág. 57. “Leyendo estos relatos creo, más bien, que de ellos se desprende algo un poco más abstracto: la absoluta falta de interés por lo que piensen o sientan las mujeres violadas. Esta es la parte oculta pero fundamental de este relato aleccionador. Esto es lo que se desprende de esta mitología: lo de ellas no importa o importa poco”. ¿Conoce la autora las Heroidas de Ovidio, estudios de amor desde el punto de vista femenino donde se representa a las heroínas traicionadas o abandonadas, olvidadas, forzadas a un odioso matrimonio, víctimas de ingobernables pasiones o angustiadas por la seguridad de sus esposos?



5.      Pág. 63. “Este relato sobre el origen de la guerra de Troya pone en su lugar natural a Atenea, que, por mucha diosa de la inteligencia y la guerra que sea, al final lo que le importa es ser la más guapa”. Simplificación. Léase, por ejemplo, lo que sobre Atenea escribe Pierre Grimal en el Diccionario de mitología griega y romana.

6.      Pág. 72. “Dios crea el mundo; Dios crea al hombre a su imagen y semejanza; Dios crea un varón, luego Dios es un varón. Reflexiona para sí: “No es bueno que el hombre este solo”. Mientras este duerme, Dios mete la mano, le quita una costilla y con ella hace una mujer. La ontología ya está ahí, la mujer es el complemento del hombre”. La idea de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios está en el primer relato de la creación del hombre, en el primer capítulo del Génesis:

 

26 Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo». 27 Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.

 

No en el segundo relato, que es el episodio en que Dios crea primero al varón y después a la mujer. Por tanto, lo que dice explícitamente el Génesis es que la condición humana de imagen y semejanza de Dios corresponde A LOS DOS: AL VARÓN Y A LA MUJER. Precisamente el ser humano es hombre y mujer porque están llamados a constituir una comunión de personas que es lo que es Dios. Y el Génesis no afirma que la mujer sea mero “complemento del hombre”, sino

 

23 El hombre exclamó: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre».

24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne.

La mujer posee la misma dignidad que el hombre porque uno y otro son los mismos huesos y la misma carne y están llamados a ser una sola carne (no una carne con complemento).

7.      Pág. 74. “Jesús, para cumplir la muy importante misión que le llevó a bajar a la tierra, eligió a otros doce castos varones. Por tanto, los varones y solo los varones son los dignos representantes de Dios en la tierra: papas, cardenales, obispos, curas”. El primer ser humano que escoge Dios para su misión redentora es una muchacha judía llamada María, único ser humano, por cierto, engendrado sin pecado, según la doctrina católica; el primer milagro de Jesús lo hace a instancias de una mujer, su madre; las únicas discípulas que permanecen al pie de la cruz son mujeres (a excepción de un adolescente); las primeras personas a las que se aparece Jesús resucitado son mujeres; las dos personas más representadas por el arte cristiano son un hombre (Jesús) y una mujer (María); las primeras cristianas fueron tan discípulas como los discípulos. Prueba de ello es que, desde el principio hay santas y santos, mártires mujeres y mártires hombres. El papel de María en la historia de la salvación está en un plano superior al de papas, obispos y sacerdotes. La verdad central del cristianismo: Jesús (hombre) es el Hijo de Dios, solo puede sostenerse desde la maternidad real de María: sin madre humana no hay ser humano.

Se podrían señalar otras inexactitudes. Por ejemplo, se presenta la filosofía como alternativa a una religión “superada”, y en muchos casos no ha sido así: véanse pensadores de la talla de San Agustín, Santo Tomás, Edith Stein o Simone Weil, que han promovido el diálogo entre la fe y la razón, respetando la autonomía de cada uno, y sin apriorismos descalificadores.

No pretendo afirmar que todo el libro sea desechable,  pero adolece de una simplificación bipolar: patriarcado / feminismo; como otrora burguesía / proletariado, que distorsiona casi irremisiblemente los hechos. La historia es compleja; los hechos, complejos, y hay que respetarlos sin amoldarlos a nuestras tesis.

 

                                                                                                    Antonio Barnés

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