La nostalgia de la infancia dejó paso
a una madura esperanza
el cuarto oscuro con ribetes soleados
junto al cuadro ladeado de las noches de insomnio
la frescura de su rictus y los pies rojos
abrieron el alma a un sueño sin fin
del que nunca se despierta y siempre
se desnuda en un abrir y cerrar de ojos
que esconde nuestra risa.
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