Homilía El gran desconocido (San Josemaría)
Para
concretar, aunque sea de una manera muy general, un estilo de vida que nos
impulse a tratar al Espíritu Santo –y, con El, al Padre y al Hijo– y a tener
familiaridad con el Paráclito, podemos fijarnos en tres realidades fundamentales:
docilidad –repito–, vida de oración, unión con la Cruz.
Docilidad, en primer lugar, porque el
Espíritu Santo es quien, con sus inspiraciones, va dando tono sobrenatural a
nuestros pensamientos, deseos y obras. El es quien nos empuja a adherirnos a la
doctrina de Cristo y a asimilarla con profundidad, quien nos da luz para tomar
conciencia de nuestra vocación personal y fuerza para realizar todo lo que Dios
espera. Si somos dóciles al Espíritu Santo, la imagen de Cristo se irá formando
cada vez más en nosotros e iremos así acercándonos cada día más a Dios
Padre. Los que son llevados por el Espíritu de Dios, esos son hijos de
Dios (Rom VIII, 14.).
Del lat. docĭlis.
1. adj. Suave, apacible, que recibe fácilmente la enseñanza.
2. adj. obediente.
3. adj. Dicho de un metal, de una piedra o de otra cosa: Que se deja labrar con facilidad.
Docilis<doceo:
dispuesto a ser enseñado.
Apuleyo:
prudentiam indocilitas inpugnat
Cicerón
Dociles auditores faciemus, si aperte et breviter summam causae exponemus, hoc est, in quo consistat controversia. Nam et, cum docilem velis facere, simul attentum facias oportet. nam is est maxime docilis, qui attentissime est paratus audire.El Magisterio de la Iglesia (Catecismo)
87 Los
fieles, recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: “El que a vosotros
escucha a mí me escucha” 18, reciben con docilidad las enseñanzas y directrices
que sus pastores les dan de diferentes formas.
2037 La
ley de Dios, confiada a la Iglesia, es enseñada a los fieles como camino de
vida y de verdad. Los fieles, por tanto, tienen el derecho 10 de ser instruidos
en los preceptos divinos salvíficos que purifican el juicio y, con la gracia,
sanan la razón humana herida. Tienen el deber de observar las constituciones y
los decretos promulgados por la autoridad legítima de la Iglesia. Aunque sean
disciplinares, estas determinaciones requieren la docilidad en la caridad.
1831 Los
siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo,
fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo,
Hijo de David 54. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes
los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones
divinas. «Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana» 55. «Todos los que
son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios (…) Y, si hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo» 56.
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