¿Dónde se podría encontrar a un psicólogo que se contentase con una verdad? Conoce cien verdades diferentes y una le parece tan cierta como las demás.

 Con el testamento de Oscar Wilde adquirimos la convicción de que había que hacer frente al common sense, siempre y a cualquier precio. En su caso fue el puritanismo inglés y la consabida moral. En nuestro caso eran otras cosas. Tal vez el letargo, que conformaba un orden abstracto y, ¡cómo no!, tan racional; el sistema de vigencias dominante, que sólo velaba por la suave docilidad.

 Podía dar la impresión de que la filosofía había pasado a manos de los artistas; como si los nuevos impulsos partieran de ellos. Como si ellos fueran los profetas de este renacimiento. Cuando hablábamos de Kandinsky y de Picasso, no nos referíamos a pintores, sino a sacerdotes; no nos referíamos a artesanos, sino a creadores de nuevos mundos, de nuevos paraísos.

 Sin embargo, la época rabiaba furibunda siguiendo el rastro de todo lo particular, de lo individual, para eliminarlo como un estorbo. «Una época destructiva, devanadora, infame. Quien no se presta voluntariamente, estorzado. Incesante construcción y deconstrucción de las fuerzas que se encuentran en juego» (febrero de 1914).

 Fue una época de lo «interesante» y de lo indiscreto. Una época psicológica y, como tal, una época de lo doméstico. Uno se ponía a escuchar a las puertas de la naturaleza. Nos agolpábamos y metíamos las narices incluso en los secretos más sublimes. La consigna era penetrar, empatizar. Fue una época indolente y cerrada; parece, en efecto, que tomar la psicología como piedra de toque siempre será lo característico de las generaciones demasiado humanas. No porque opere al margen de ellas; sino porque las supera. Porque lo decisivo no es la «verdad», sino el sentido y el objeto de la verdad. ¿Dónde se podría encontrar a un psicólogo que se contentase con una verdad? Conoce cien verdades diferentes y una le parece tan cierta como las demás. 

 HUGO BALL



LA HUIDA DEL TIEMPO 

PRÓLOGO DE PAUL AUSTER 
PRESENTACIÓN DE HERMANN HESSE 
TRADUCCIÓN DE ROBERTO BRAVO DE LA VARGA 

BARCELONA 2OO5 ACANTILADO 

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