La lectura una buena compañera en la pandemia / Rosario Paniagua

 ¡Qué pena morir, cuando me queda tanto por leer! (Marcelino Menéndez Pelayo) 


Siempre, y en este tiempo más si cabe, el hábito de leer debe estar presente en nuestra vida, lo consideramos de vital importancia en lo que supone de enriquecimiento del espíritu y “vivir sabiendo”, este es nuestro propósito. Decía Juan Ramón Jiménez: “…Por el pueblo pasa una racha de aire puro, los días son suaves, templados, la paz del campo, la amistad, el reposo, la música, la lectura …” Una buena lectura nos permite superar los límites del espacio y del tiempo, porque encierra todo el misterio y la luz del mundo. Duhamel en su obra la Defensa de las letras decía: “ El libro es el amigo de la soledad, nutre a la persona, lo libera de malos pensamientos, en la lectura solitaria el hombre que se busca así mismo, tiene bastantes posibilidades de encontrarse. La vida agitada, que se ha visto interrumpida por esta dura situación, es enemiga de la lectura, porque no es sosegada no es contemplativa. Se ha perdido mucho silencio con la radio, la televisión, internet, los móviles, todo ello es enemigo del reposo y la calma. El tiempo, aunque sea poco, para leer no debe faltar a nadie, ha de ser necesario, imprescindible para nuestro recreo y cultivo del ocio; se necesita de un libro como del aire y los alimentos, si se aspira a una vida rica en calidad y crecimiento. Siempre un libro en la mesilla, en el cuarto de estar, en el bolso. El tiempo dedicado a la lectura, beneficia también a los demás, porque al enriquecernos personalmente contribuimos, sin darnos cuenta, a la mejora de los próximos por extensión. Es una contradicción, de alguna manera, afirmar que la vida actual no favorece la lectura, precisamente cuando hay más material que nunca y la oferta es enorme; se puede constatar al pasar por las numerosas librerías que pueblan nuestras ciudades. Los jóvenes deben ser enseñados a leer desde sus primeros años, como el deporte o los hábitos de vida sana, se asimilan mejor desde la infancia. Al gustar de la buena literatura, sólo encontraremos beneficios, también propicia la comprensión de otros pueblos, otras culturas, de ahí que tenga un efecto conciliador indudable, se agranda el mundo y las fronteras del conocimiento. Leemos en el artículo X de la Carta del Libro de la Constitución de la UNESCO: En la mente de los hombres es donde debe erigirse el baluarte de la paz. El libro constituye una de las principales defensas de la paz y la unión entre los pueblos, tiene una gran influencia en la creación de un clima intelectual de amistad y mutua comprensión. Todos los que tengan que ver con los libros, tienen la obligación de velar para que sus contenidos favorezcan el desarrollo de las capacidades individuales de las personas, el progreso de los pueblos, la comprensión entre ellos y la paz. Las barreras entre las personas podrán superarse, entre otras cosas, desde la perspectiva de la lectura, basada en el desarrollo creciente del sentido crítico, que en el fondo es un propósito de comprensión y aproximación entre los hombres y los pueblos.” Además, con la lectura, entramos en contacto con facetas de nuestra personalidad que tal vez desconocíamos y esto nos hace crecer, y se enriquece nuestro propio conocimiento. De este modo experimentamos la inmersión en otro mundo, como una experiencia altamente gratificante, al sentir que la lectura hace mucho bien en el desarrollo personal y espiritual. ¡Abramos un buen libro y comencemos la aventura! Merece la pena… Aunque no se puede abarcar todo el saber que encierran los libros, la aproximación a ellos ya es una aventura en la que vale la pena adentrarse. El mundo que presenta el libro relativiza el mundo concreto en el que vivimos, nos hace entrar en otro, y mirar con sana distancia la vida cotidiana, desata tensiones a la que a menudo nos vemos sometidos en el vivir diario. Somos parte de un universo más amplio, y mucho de ese universo está en los librosLeer es una necesidad que puede convertirse en un auténtico placer, la lectura es un barómetro de la calidad de vida de las personas y de los pueblos. Flaubert, novelista francés daba este consejo “leer para vivir”. Leer es un arte que necesita aprendizaje, no se nace lector; cuando se descubre el placer de leer, se suele ejercer una sana pedagogía hacía otros, invitándoles a seguir este camino fascinante. No cabe duda que la lectura tiene un efecto muy positivo para todos, hay que encontrar el gusto por ella, elegir bien y ser constantes en la práctica de leer… Decía Kafka que “un libro es el hacha para el mar congelado que hay en nosotros”. En el antiguo Egipto los faraones escribían sobre las puertas de las bibliotecas “sanatorio de almas. Ha habido importantes experiencias terapéuticas en hospitales, desde la apertura de bibliotecas en las salas de los más enfermos, lo que se llama biblioterapia. Leer es una magnífica autoayuda y reactiva procesos curativos. Frente al libro estamos inmersos en una calma absoluta, en un acto de olvido de lo cotidiano y deslizamiento a otra realidad, una inmersión en la profundidad de nuestro yo. Acabo con unas preciosas reflexiones acerca de libro, como broche final a este artículo. El libro bueno es el amigo ejemplar que da todo y nada pide. El maestro generoso que no regatea su saber, y no se cansa de repetir lo que sabe. El fiel transmisor de la prudencia y la sabiduría antigua. El consuelo de las horas tristes…el sedante de nuestro dolor. El consejero de las grandes decisiones. El vigor en los momentos de flaqueza. Y después de todos estos beneficios tiene la humildad de volver en silencio a la estantería; no nos pide cuentas de lo que nos ha dado, y no nos guarda rencor si no somos agradecidos” (Gregorio Marañón). Ya que tenemos que aprender y/o reaprender tantas cosas nuevas con la situación que estamos viviendo todos y en todo el mundo, he querido señalar una habito muy saludable desde el convencimiento que un buen libro es un buen amigo.




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