establecimiento de un silencio en el que la verdad pueda germinar y madurar; eso es lo que se debe a los hombres.
A los criminales, el verdadero castigo; a los
desdichados, a los que la desdicha ha mordido en el fondo del alma, una ayuda
capaz de llevarles a apagar su sed en las fuentes sobrenaturales; a todos los
demás, un poco de bienestar, mucho de belleza, y la protección contra quienes
podrían hacerles daño; en todas partes, limitación rigurosa del tumulto de
mentiras, propagandas y opiniones; establecimiento de un silencio en el que la
verdad pueda germinar y madurar; eso es lo que se debe a los hombres. (p. 73)
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