Señora, desde que no salís a la calle

Señora, desde que no salís a la calle
el sol no se atreve a mostrar su rostro
la luna se esconde entre las nubes
y el horizonte engaña a la mirada
desde que vuestros pies no avanzan 
por la acera las piedras tiemblan
de hastío los árboles secan su savia,
señora, desde que vuestro talón 
no danza por las plazas vivimos
una noche perpetua, el viento
no se cansa de silbar, los truenos
ensordecen y atenazan. Señora
aun vuestras lágrimas regaban 
vidas. ahora, en cambio la lluvia
fatigosa hace un lodazal de nuestras
almas. Señora, vuestros cabellos no mecen
nuestras brisas y las copas en otoño
prematuro se caen amarillentas.
Señora, la voz de vuestros labios
no endulza nuestro mundo. Rencores
y angustias asolan nuestras cuerpos
sin mieles ni esperanza. Señora
sin vuestra sonrisa qué mañana
tendremos cuando el hoy ya no
existe y un ayer imposible agarra
los muslos y detiene nuestras rodillas.
Señora, si vuestros ojos no miran
el mundo inmundo no deseará más
ser mirado. Meterá su sucia cabeza
en la charca del hastío.
señora, si vuestros labios no se aprietan
o sonríen como etrusca las casas
se visten de cochambre, los ríos
se encenagan los barcos se hunden
y los coches se apolillan. Señora
si vuestra nariz no huele al mundo
no habrá perfume que nos salve.
señora, abandonad el caracol
de la vergüenza el rubor de la 
princesa el jadear de cenicienta
señora abrid vuestros brazos 
a los techos y desperezad 
la cadera multiforme
señora los pies vuestros pies
a andar se apresten a recorrer
en círculo la tierra aún en 
presurosos pavoneos.
señora dejad vuestro encierro
y salid al mundo que sin vos
se muere.



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