Este poema no es un soneto.

Este poema no es un soneto. Pero suena.
¿A qué suena un soneto? A pan fermentado
a beso robado, a forma inconclusa a cuatro cruzado.
A sorpresa interpuesta.

¿Qué queda del soneto? La estrofa redonda
el abrazo enlazado, el cuarteto abultado,
el endecasílabo medido la prosodia danzante
el encabalgamiento.

¿No ha muerto el soneto? Si escribes ahora
un terceto ajustado y una rima desenvuelta
que apenas se reconoce.

Si cortas tu discurso y lo encastras en bellos
cauces, lograrás que el olor a pan no calle,
ni se desguace.



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