Nuestro desprecio del trabajo manual se acentúa más de día en día, y, sin embargo, en él está la salvación; él solo puede engendrar el sentimiento de la fraternidad, el cual exige el contacto de unos hombres con otros. Así, la guerra civilizada, que parece más noble porque coloca a gran distancia a los que matan y a los que mueren, es una guerra profundamente egoísta y salvaje, porque impide que se muestre la piedad: el que lucha desde lejos, mata siempre que acierta a matar; el que lucha cuerpo a cuerpo unas veces mata y otras veces se compadece y perdona. Los españoles son tenidos por guerreros duros y crueles, y acaso sean los que han ofrecido más ejemplos de piedad y de magnanimidad, no porque sean más magnánimos y más piadosos, sino porque han peleado siempre muy cerca del enemigo.
Comentarios
Publicar un comentario