Esta guerra europea es el
fruto maduro de la superstición ochocentista. El siglo XIX, bajo sus dos modos
ideológicos: romanticismo y positivismo, ha sido esencialmente un siglo
activista, pragmático. La razón se hace mística o agnóstica, todo menos
racional, y ya no vuelve a levantar cabeza. El culto de la acción crece como un
gran río hasta salirse de madre. Goethe formuló con la anticipación propia del
genio, la fe de nuestros días: en el principio era la acción. El homúnculo
activo, salido de las redomas de Wagner, el estudiantón, es el soldado de esta
guerra grande, un gran creyente en la
Diosa Acción y en la radical acefalía del mundo.
Antonio Machado: Obras completas (II), RBA-Instituto Cervantes, Barcelona, 2006, 1174.
Antonio Machado: Obras completas (II), RBA-Instituto Cervantes, Barcelona, 2006, 1174.
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