La primera vez que aparece Dios en la poesía borgiana lo hace relacionado estrechamente con un Tiempo con mayúscula "esa inmortalidad infatigable / que anonada con silenciosa culpa las razas / y en cuya herida siempre abierta / que el último dios habrá de restañar el último día, / cabe toda la sangre derramada". Al propio Rosas "Ya Dios lo habrá olvidado / y es menos una injuria que una piedad / demorar su infinita disolución / con limosnas de odio".
Parece que el mal y el dolor se diluyen en un devenir cósmico en que se pierde todo recuerdo, pues los humanos nos disolvemos infinitamente tras la muerte y Dios olvida, con un olvido cognitivo, no misericordioso. Poco después sigue insistiendo Borges en la muerte del muerto: el muerto no es un muerto: es la muerte. Como el Dios de los místicos / de Quien deben negarse todos los predicados, no es sino la perdición y ausencia del mundo.
Dios nace en la poesía borgiana con un claro sesgo filosófico, orientación que el poeta explicita al confesar reviví la tremenda conjetura / de Schopenhauer y de Berkeley / que declara que el mundo / es una actividad de la mente, / un sueño de las almas, / sin base ni propósito ni volumen. Aun así, al frente de ese entramado fantasmagórico aparece Dios, quien puede "matar del todo Su obra".
En este primer poemario borgiano aparece no obstante el Dios de las religiones, es este caso el islámico, un Dios que vive en soledad.
En Luna de enfrente (1925) encontramos tres veces a Dios. Dios habrá de ver a la mujer amada, desbaratada la ficción del Tiempo, sin el amor, sin mí. ¿Es Dios un ojo que todo lo ve, puro conocimiento, sin amor? La vida es sueño, ficción. Nuestras imágenes son ensueños. Si el tiempo es ficción, ¿es Dios lo único real? Si somos ficción, ¿por qué ha de vernos Dios? ¿O es que el vernos significa simplemente que somos un punto en su mente?
Sin embargo en "Mi vida entera" Dios cae de todo solio, ya que el poeta cree que mis jornadas y mis noches / se igualan en pobreza y en riqueza a las de Dios y a las de todos los hombres. ¿Está aquí el Deus sive substantia sive natura spinoziano?
No siempre el Dios borgiano es una abstracción filosófica, una explicación del devenir del mundo. En ocasiones se vislumbra un Dios personal que se relaciona con los hombres. Su amor a los lugares de su infancia trasfigurados en poesía son un modo de devolver  "a Dios unos centavos
del caudal infinito que me pone en las manos". Versos que concluyen Luna de enfrente.

Un gran salto nos lleva a El hacedor (1960), y los primeros versos del primer poema, el "Poema de los dones" vuelve a incidir en la retribución divina personal:

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
                                                                      
Dios ha dado al poeta el inmenso don de los libros, pero al tiempo le ha privado de la vista. Ironía, contradicción.
Todo es apariencia, también la libertad. Por eso el juego del ajedrez es adecuada metáfora de una cadena de determinismos:

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
 
El poeta, piensa, conjetura, duda.
 
Dios (he dado en pensar) pone un empeño
en toda esa inasible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso no alarman.


la contemplación de ese inmediato
rostro incesante, intacto, incorruptible,
será para los réprobos, Infierno;
para los elegidos, Paraíso.

 
                                                                                                                                                     

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