"El último siglo ha producido incontables ideologías que pretenden ser las claves de la Historia y que no son más que desesperados intentos de escapar a la responsabilidad" (Hannah Arendt)

El historiador de los tiempos modernos necesita de una especial precaución cuando se enfrenta con opiniones aceptadas que aseguran explicar tendencias completas de la Historia, porque el último siglo ha producido incontables ideologías que pretenden ser las claves de la Historia y que no son más que desesperados intentos de escapar a la responsabilidad.
Platón, en su famosa lucha con los antiguos sofistas, descubrió que su «arte universal de hechizar a la mente con argumentos» (Fedro, 261) nada tiene que ver con la verdad, sino que apunta a opiniones que por su propia naturaleza son mudables, y que son válidas sólo «en el momento del acuerdo y en tanto que el acuerdo dura» (Tetetes, 172). También descubrió la muy insegura posición de la verdad en el mundo, puesto que «la persuasión surge de las opiniones y no de la verdad» (Fedro, 260). La diferencia mayor entre los antiguos y los modernos sofistas está en que los antiguos se mostraban satisfechos con una pasajera victoria del argumento a expensas de la verdad, mientras que los modernos desean una victoria más duradera a expensas de la realidad. En otras palabras, aquéllos destruían la dignidad del pensamiento humano, mientras que éstos destruyen la dignidad de la acción humana. Los antiguos manipuladores de la lógica eran motivo de preocupación para el filósofo, mientras que los modernos manipuladores de los hechos surgen en el camino del historiador. Porque la misma Historia es destruida y su comprensibilidad —que se basa en el hecho de que es realizada por hombres y, por lo tanto, puede ser comprendida por los hombres— se encuentra en peligro siempre que los hechos ya no sean considerados como parte del mundo pasado y del actual y sean mal empleados para demostrar esta o aquella opinión.

Hannah Arendt L o s  o r í g e n e s  d e l  t o t a l i t a r i s m o


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