Un poeta debe sentir todas sus palabras, pero el burgués no tiene tiempo, y de ahí esos puentes cómodos que se llaman «clichés».



Aquí podría situarse la cuestión tan grave de los clichés. El cliché es una contraseña cómoda en la conversación para no tener que sentir. Un poeta debe sentir todas sus palabras, pero el burgués no tiene tiempo, y de ahí esos puentes cómodos que se llaman «clichés». El poeta dosifica sus clichés: sólo puede renunciar a ellos so pena de ser incomprensible, a él le corresponde saber cuándo puede introducir la palabra que no es una fórmula estereotipada, de modo que sea nueva sin ser Oscura.  


¡La inspiración! ¿Si creo en la inspiración? ¡Naturalmente! Creo incluso que todos los hombres están inspirados. Se llama intuición. Se llama tentación. Depende de la persona que inspira. Se es inspirado por los ángeles, por los demonios, y hay toda clase de ángeles y de demonios. Pero entre los ángeles hay genios. Cuando se tiene un genio inspirador, los críticos dicen: «Tiene genio». La escala de Jacob en la Biblia se apoya en Dios: los ángeles van y vienen a lo largo de ella. Los ángeles son emanaciones planetarias no más listas que los hombres; por lo tanto hay que discutir, apoyándose en Dios, sus pobres inspiraciones. Hay ángeles extraordinarios, también; hay que merecerlos, o bien recibirlos de la bondad de Dios. Hay demonios inspiradores de robos, de crímenes, de terquedad. Debe rogar a Dios que le libre de ellos. Así pues, la inspiración debe ser vigilada.

Lo que hace a un gran médico o a un gran poeta no es la cantidad de libros que han leído, sino la calidad de su vida interior: la digestión de los conocimientos y la investigación. 

Preguntaron a RockefeIler cómo había hecho fortuna: «Buscando cómo se podía hacer fortuna con cada uno de los objetos que tocaba». Ídem para la poesía, la literatura. 

Debe creer que la boca habla de lo que abunda en el corazón. Si usted es un bello corazón y un bello cerebro creará belleza. Si no, creará fealdad, pues el demonio no crea belleza. Los creadores de cosas sublimes eran sublimes en su vida. La bajeza de la literatura del siglo XX viene del hecho de que es una época baja, calculadora, inventora del sistema D y otras ignominias.  

¿Quiere esto decir que hay que escribir sermones? ¡Por supuesto que no! ¡Mire a Rabelais! ¡Gran iniciado equiparable a Platón! Se puede ser un autor cómico y ser un alma de primera calidad. Sea un alma de primera calidad. Sea cristiano, frecuente los sacramentos, confiésese, examínese. El siglo XVII era cristiano. Voltaire creía en Dios. Renan también. Picasso me decía: «Piensa en Dios y trabaja». El examen de conciencia cotidiano es el ABC de la literatura. Pasteur y Branly comulgaban todas las mañanas. Si le dicen lo contrario, juzgue primero el valor de quien le hable; raramente será alguien notable. 

Haga una meditación cotidiana al levantarse, ya me contará cómo le ha ido este deporte. No es tiempo perdido, sino tiempo ganado. El que le diga lo contrario es un imbécil, y yo sé por qué. Poco a poco, usted llevará la meditación hasta la medicina y la poesía y se convertirá en un hombre, lo cual es la primera condición para llegar a ser un gran hombre. 

No lea mediocridades. Lea las obras de los grandes creadores y compita con ellos. O bien instrúyase, cultive su memoria. La memoria es la clave de todo, créame.  

Una manía de la época, desde los dibujos de Victor Hugo, es tener varias artes a la vez. Una vida humana es insuficiente para un solo arte. Sobre todo cuando además se tiene un oficio. Deje, pues, de lado música, pintura y danza. He perdido mi vida literaria a causa de la pintura y he perdido mi vida pictórica a causa de la literatura. Ahora todo ha terminado. ¡Buen viaje! 

No hay que trabajar todo el tiempo. Debe tomarse sus momentos, debe tomarse su tiempo. Hay que digerir. Sí. Es en la digestión de los conocimientos donde reside el talento. Lo esencial es no tener minutos vulgares o insignificantes. * Amar las palabras. Amar una palabra. Repetida, saboreada. Igual que un pintor ama una línea, una forma, un color. (MUY IMPORTANTE)  

Por supuesto que al público todo esto le importa un bledo. Pero no trabajamos para el público, o bien, si trabajamos para el público, hay que cambiarlo todo. Entonces hay que estudiar su gusto y servirlo palabra por palabra: hablarle de sus sucias pasiones y hundirse con ellas en el infierno. 



No desprecie los artículos de los críticos. Verá lo que se alaba de un autor y lo que se le critica. Sin embargo, desconfíe, porque hay infinitamente pocos buenos críticos. Critique al crítico. Tenga confianza en su personalidad cuando esté formada, dentro de diez o veinte años.  

Se celebran mucho las «obras de juventud». Yo soy de la opinión contraria. Hay obras de juventud que son un remordimiento vivo (y todavía hay suerte si no es vivo, es decir, si la obra se ha olvidado, podrido). Si usted supiera lo doloroso que es encontrar estúpida la elucubración perpetrada hace treinta años, sobre todo cuando además es pretenciosa. Creo que es necesario esperar... esperar...  

Sobre esto, me dicen: sí, pero usted es de una época que tiene su color. Si no habla, otro hablará antes que usted. Pues yo pretendo que es precisamente este color de la época, es decir, la moda, lo que es malo. Lo que es bueno en usted es lo que es eterno, tiene tiempo para decirlo. Cervantes escribió el Quijote a los sesenta años, y Jean-Jacques no escribió nada antes de los cuarenta. Fórmese antes de escribir.  

Trabajar. Se dice deprisa. El todo es el «cómo». El «quién». El «qué». El «por qué». 

El tercer gesto del trabajo es la ignorancia. La ignorancia con una formidable erudición. Desde la primera palabra erudita, hágase la pregunta: «¿La conoce? ¿Cómo la conoce? ¿De dónde le viene este conocimiento?» De ahí una revisión constante de los valores. Entonces lanzará esa carcajada que sugieren el mundo, la ciencia, la filosofía, las ciencias, las filosofías. Esta carcajada es la sabiduría, que es la escalera hacia Dios. 

El gesto de la sublime ignorancia es el asombro. El asombro es el candor y el candor es la ruta de todos los descubrimientos, tanto en el arte como en la ciencia. «Dejad que los niños se acerquen a mí porque el Paraíso pertenece a los que son como ellos». Ahora bien, el Paraíso está también en la tierra. El Paraíso es la sabiduría. 

Relaciones entre el amor carnal y la fuerza moral. No conozco la fisiología. Celibato de los sacerdotes en las religiones serias. (No hablo del protestantismo, que no tiene mística y es solamente una moral.) 

Frecuente la sociedad lo menos posible. Todos llevan máscara. No se aprende absolutamente nada en la sociedad. O lo que se aprende no vale el tiempo que se pierde en ella. No cenar fuera de casa, sobre todo a su edad, que es la del estudio. La sociedad no es más que una estúpida seducción. Lo verá de sobra en las cabeceras de sus enfermos. Le invitarán para decir: «Tenemos a J.E.». Son muy aficionados a los jóvenes intelectuales, y no sospechan que son la causa de vidas malogradas, de obras superficiales, de exámenes fracasados, los asesinos... pretextarán parentescos, noviazgos, etc., rechácelo todo sin piedad. Le recomiendo diez años de egoísmo, de independencia loca, de inflexibilidad enorme.  

Está la cadencia misma de la prosa; está el leit-motiv más o menos velado que da la unidad. Hablaré del leit-motiv. En una novela, el leit-motiv son los tipos que vuelven con su carácter uniforme o evolucionado (una novela mala es una novela cuyos caracteres no evolucionan). 

Manera de graduar el interés, de atraer al lector… Esto no lo sé... Estudie a Balzac, es el maestro de la novela apasionante, y sobre todo a Dostoievsky. Lea mucho, lea despacio, tome notas. 

Una novela es el desarrollo de una idea a través de los personajes que luchan entre sí. No hablo de la novela de tesis. 

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