Providencia en el Quijote

El marco de la providencia cristiana supone una inteligibilidad que no exige una comprehensión. El mundo es presidido por un Dios Uno y Trino cuya segunda Persona es el Logos, "por quien todo fue hecho". O sea, no es el caos o el azar quien preside el mundo, sino un Logos. Un logos que es amor: Deus caritas est, escribe San Juan.
Al mismo tiempo, el providencialismo cristiano exige la libertad del hombre. ¿Cómo conciliar Providencia y Libertad? Porque el gobierno de Dios, en terminología aristotélica, no es despótico, sino político. Dios gobierna el mundo, pero el hombre es el protagonista, el primer actor, de la historia. Dios gobierna el mundo suaviter, a veces fortiter (golpes de timón), pero nunca priva de su libertad a una criatura que ha creado a su imagen y semejanza.
He dicho que el mundo es inteligible pero no comprehensible. Quiero decir que el hombre puede comprender a Dios, al hombre y al mundo, pero no comprehenderlo, no encerrarlo en un algoritmo, no agotar su inteligibilidad. Con Marcel decimos que el hombre (y con mucho más motivo, Dios), es misterio, no problema. Si la mente del hombre abarcara a Dios, el hombre sería Dios. Pero tampoco el hombre comprehende al hombre y al mundo.
La providencia cristiana conlleva que el marco existencial humano no está presidido por un destino ciego e implacable, sino por un Dios sabio y bueno. A este propósito, afirmar que el cristianismo es el inventor del sentido de culpa es un error. El sentido de culpa es inherente al ser humano porque es consciente, posee conciencia, y sabe que hay bien y mal, también en su vida. Sentido de culpa es lo que hay en la tragedia griega. Un desesperante sentido de culpa. El cristianismo, al ampliar la libertad, amplía las posibilidades de culpa, al tiempo que amplía las posibilidades de gozo por la virtud. Pero introduce el perdón y la misericordia. El cristiano sabe que siempre puede obtener el perdón de Dios, idea ajena al pensamiento griego.
El marco existencial de La metamorfosis de Kafka es el absurdo, el sinsentido. Ni siquiera aparece la pregunta: ¿por qué? ¿Por qué he amanecido convertido en un insecto?
El marco existencial del Quijote no es el absurdo, sino la providencia. El "cada uno es artífice de su propia ventura", caro a Cervantes, y procedente de Apio Claudio el Ciego, no es incompatible con la providencia. Pues si Dios ha creado al hombre libre, ¿cómo no va a ser este artífice de su propia ventura?
El mundo quijotesco no es absurdo. Don Luis conquista a doña Clara. Su causa es justa. Marcela recibe la ayuda de don Quijote; Basilio casa con Quiteria. Fernando se reconcilia con Dorotea. Cardenio recupera a Luscinda. El cautivo se marcha con Zoraida. ¿Son estos desenlaces absurdos, nihilistas, mostradores de una suerte ciega y arbitraria? En la mayoría de las historias quijotescas triunfa lo justo sobre el gusto, pero casi siempre se satisface también el gusto, que no es injusto.
¿Y la historia de don Quijote? ¿Es nihilista? En absoluto. Él reivindica su derecho a imaginar gigantes a los molinos, y los molinos, simplemente, ofrecen la resistencia de sus muros a las embestidas quijotescas. La imaginación no tiene límites, pero la realidad impone los suyos.
¿No es providencial la compañía-amistad de Sancho? ¿No es providencial la acción del "gremio de la discreción", los eclesiásticos para reducir a dom Quijote a su condición de hidalgo? ¿O es que sería más providencial un don Quijote preso por la Santa Hermandad?
Don Quijote busca a su amada virtual, y no la encuentra. Y busca a un escudero, y se encuentra a un amigo. ¿Qué es más providencial, la búsqueda o el encuentro?
La imaginación de los hermeneutas, como la de don Quijote, no tiene límites, pero el factum y la littera es que don Quijote acaba cuerdo, confesado y muerto entre los suyos (y abjurando de los libros de caballerías).
No veo el Quijote ajeno a la providencia. Y estas son unas notas a vuelapluma pensando sobre ello.




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