Alicia en el país de las maravillas digitales

leo La Sociedad 2.0


Alberto Ramírez Martinell

En un modelo tradicional, el lector va a una librería, elige un libro, lo paga y difícilmente se comunica con el autor y de igual manera el pago en su totalidad no le llega al autor quien solamente recibe un porcentaje de regalías. En una sociedad moderna, —en una sociedad 2.0— el lector sigue al autor en Twitter, se entera de las novedades editoriales, ve la aceptación que la comunicad tiene de la nueva obra y descarga el libro directamente del portal del autor o de un servicio de red al que tanto autor como lector pertenecen.

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En una sociedad moderna, —en una sociedad 2.0— el lector sigue al autor en Twitter [¿qué particular interés tiene seguir al autor en Twitter? Además, la mayor parte de los autores están muertos, no puedo seguirlos en twitter], se entera de las novedades editoriales [también nos enteramos de las novedades editoriales en una librería, con la ventaja de que podemos hojear el libro por completo, sin limitarnos a la portada o a una visión restringida, que es lo que me ofrece internet], ve la aceptación que la comunicad tiene de la nueva obra [¿qué me aporta ver la aceptación de la comunidad? Por lo demás, la comunidad no existe: existen personas singulares que escriben y opinan, como en el bar del pueblo, donde unos pocos llevan la voz cantante] y descarga el libro directamente del portal del autor o de un servicio de red al que tanto autor como lector pertenecen [este país de las maravillas digitales no es el mundo real: los lectores piratean los libros y los autores ganan aún menos que con el papel].

Curiosamente se habla de todo menos de leer el libro. El planteamiento es mercadotécnico y relacional. Pero precisamente la lectura de un libro nos sumerge en nuestra propia intimidad y en la intimidad del autor. El hombre es un ser social, pero, antes, personal.




Continúa el artículo:
Gracias a lo digital, la comunidad se extiende, trasciende y se suma. Se vuelve una masa con opiniones y con experiencias. Se vuelve influencia de si misma para la toma de decisiones. La masa informa. La masa asesora. La masa influye.

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En el caso de que la masa opinara (lo cual es imposible, porque la opinión es personal), su opinión sería la del hombre-masa (léase La rebelión de las masas de Ortega y Gasset), la de la caverna (léase La república de Platón), o la del vulgo (léase a Séneca), o sea, una pulsión más que una opinión. Sustituir el criterio de los grandes maestros por el de "la masa" suena tan democrático como falso. ¿Cuál es el objetivo, ser una célula de la masa, o ser una persona con juicio y gusto propio? La inmersión placentera en la caverna es opuesta al placer del libro. A estos efectos, leo hoy una lúcida frase de Hannah Arendt Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, Península, Barcelona, 2003, p. 143.

"una sociedad de masas no es sino esa clase de vida organizada que se establece, de modo automático, entre los seres humanos que aún están relacionados entre sí pero han perdido el mundo que había sido común a todos ellos".
  concluyo
El autor constata el cambio, pero no lo critica. El autor profetiza el cambio y se adhiere a él con el fervor con que unos aspiraban a una sociedad sin clases y otros aspiran hoy a una sociedad sin géneros. La cuestión es que el ser humano, aparte de súbdito del Estado,  consumidor del Mercado y corifeo del gurú de moda, es homo (o mulier) sapiens, por tanto, no tanto un surfista que sabe adaptarse a los cambios como un timonel que aspira a gobernar los cambios.

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