En el valioso libro de Ana Laura Santamaría: Implicaciones
éticas de la Antígona de Sófocles. Una reflexión sobre el pensamiento trágico
griego (Tecnológico de Monterrey, Plaza y Valdés, Madrid 2009), leo:
"nosotros, nietos de la ilustración, que vivimos en un mundo
desacralizado" (pág. 73).
No estoy de acuerdo. Han cambiado los espacios sagrados. Se
han multiplicado incluso, pero me parece que stricto sensu no puede
hablarse de "mundo desacralizado". La Edad Contemporánea ha
sustituido a las monarquías personalistas por el Estado; a la aristocracia con
su artificio de lo heroico, por la burguesía y el culto al dinero; a la
religión, por la ciencia y la cultura; el universalismo cristiano, por la
nación. Estado, Mercado, Ciencia, Cultura y Nación se han convertido, a menudo,
en símbolos o espacios sagrados. El hombre es un ser social y
religioso que necesita rendir en comunidad culto a una realidad que lo
trasciende. Esa realidad puede ser un conjunto de dioses, un Dios único, un
Dios uno y trino, o un Estado (Hitler, Stalin...), un mercado (grandes
superficies), una manifestación cultural (concierto de rock), un espectáculo
deportivo, una nación, una lengua, una raza...
Con frecuencia los espectáculos de masas como los conciertos
de rock o los partidos de fútbol se viven como momentos de culto con
manifestaciones dionisiacas de histerismo y fanatismo. A menudo se vive la vida
política con fervor religioso, como se ha constatado ante el nuevo movimiento
político español Podemos. Sus candidatos, que carecen por
lo general de experiencia de gobierno, suscitan una fuerte expectativa
mesiánica basada, parece, en el timbre de la voz y la retórica de las
propuestas salvíficas de su jefe. Pero ningún colectivo acostumbra a elegir
como presidente máximo a un individuo sin experiencia de gobierno en dicho
colectivo. ¿Quién escogería como jefe de taxistas a quien no supiera conducir?
¿Cómo puede avalar la solvencia de nadie su solo discurso? En ningún gremio
sucede excepto en la política, donde se elige, precisamente, a los máximos
responsables de países, regiones y ciudades.
He ejemplificado con Podemos pero no solo es su
caso. ¿Qué experiencia de gobierno tenía Rodríguez Zapatero antes de ser
presidente de gobierno? ¿Y Pedro Sánchez, candidato a serlo? ¿Y Albert Rivera?
Confiar más en los discursos que en los hechos ¿no es fe, fe
religiosa, fe sin contenido? La fe bíblica, por el contrario, recuerda de continuo
los hechos del Señor "que les sacó de la tierra de Egipto". ¿Cómo
puede decir "votame" un señor que no puede presentar ningún aval de
gestión exitosa? ¿Y cómo puede haber gente que lo vote? Porque dice "os
libraré de vuestras cadenas". ¿Sabrá hacerlo?
La Edad Contemporánea no es irreligiosa. Ha cambiado a Dios
por otros dioses: Estado, Mercado, Cultura (las visitas a museos y exposiciones
sustituyen en no pocos casos a la Misa dominical, porque necesitamos, por
cierto, contacto con el misterio, con lo que nos excede, con lo que nos
envuelve. Cuanto más desacralizada sea una Misa menos fieles acudirán, pues han
sido defraudados, y se vuelven a donde hallen misterio, emociones fuertes).
Somos religiosos. La pregunta es ¿cuáles son nuestros
dioses?
Somos dogmáticos. Si no creemos en el credo
niceno-constantinopolitano, lo haremos en los postulados de la ciencia (esa
realidad abstracta que no existe, pues hay ciencias, no "la
ciencia"), o en mesianismos políticos de raíz rusoniana.
Mi amigo DJS me apunta: "El hombre contemporáneo rinde
masivamente culto al sentimiento/emoción (sentimentalismo o
"emocionalismo") y al presente (hodierismo)". Es oportuno su
comentario, porque hemos de hacernos una pregunta. Si el hombre contemporáneo
no es irreligioso, sino que se ha orientado hacia otras religiones, ¿por qué
cree que ha abandonado la religión? Si el hombre contemporáneo no es
antidogmático, sino que ha cambiado unos dogmas por otros, ¿por qué cree que
vive ajeno a cualquier dogma? Porque no piensa, no reflexiona. Vive
entregado a la emotividad exaltada por Rousseau. Ya lo dijo Chesterton: unos
hombres son dogmáticos y lo saben y otros son dogmáticos y no lo saben.
Necesitamos postrarnos en adoración ante Alguien o algo. Ese
Alguien puede ser Yavéh, Cristo o Alá. Ese Alguien puede ser Justin Bieber, el
propio cuerpo, los animales o las plantas. Pero en algo hay que creer, a
alguien o al algo personalizado hay que adorar.
¿No quería la Ilustración despejar las tinieblas de la ignorancia? Pues mucho ánimo...
Una gran entrada, Antonio. Sólo me permito añadir una cosa: El hombre contemporáneo rinde masivamente culto al sentimiento/emoción (sentimentalismo o "emocionalismo") y al presente (hodierismo).
ResponderEliminarGracias, DJS. Es muy lúcido tu comentario.
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