VI
Castra Macer sequitur: tenero quid fiet Amori?
    sit comes et collo fortiter arma gerat?
et seu longa uirum terrae uia seu uaga ducent
    aequora, cum telis ad latus ire uolet?
ure, puer, quaeso, tua qui ferus otia liquit,
    atque iterum erronem sub tua signa uoca.
quod si militibus parces, erit hic quoque miles,
    ipse leuem galea qui sibi portet aquam.
castra peto, ualeatque Venus ualeantque puellae:
    et mihi sunt uires et mihi laeta tuba est.
magna loquor, sed magnifice mihi magna locuto
    excutiunt clausae fortia uerba fores.
iuraui quotiens rediturum ad limina numquam!
    cum bene iuraui, pes tamen ipse redit.
acer Amor, fractas utinam tua tela sagittas,
    si licet, extinctas aspiciamque faces!
tu miserum torques, tu me mihi dira precari
    cogis et insana mente nefanda loqui.
iam mala finissem leto, sed credula uitam
    spes fouet et fore cras semper ait melius.
spes alit agricolas, spes sulcis credit aratis
    semina quae magno faenore reddat ager:
haec laqueo uolucres, haec captat harundine pisces,
    cum tenues hamos abdidit ante cibus:
spes etiam ualida solatur compede uinctum:
    crura sonant ferro, sed canit inter opus:
spes facilem Nemesim spondet mihi, sed negat illa.
    ei mihi, ne uincas, dura puella, deam.
parce, per immatura tuae precor ossa sororis:
    sic bene sub tenera parua quiescat humo.
illa mihi sancta est, illius dona sepulcro
    et madefacta meis serta feram lacrimis,
illius ad tumulum fugiam supplexque sedebo
    et mea cum muto fata querar cinere.
non feret usque suum te propter flere clientem:
    illius ut uerbis, sis mihi lenta ueto,
ne tibi neglecti mittant mala somnia manes,
    maestaque sopitae stet soror ante torum,
qualis ab excelsa praeceps delapsa fenestra
    uenit ad infernos sanguinolenta lacus.
desino, ne dominae luctus renouentur acerbi:
    non ego sum tanti, ploret ut illa semel.
nec lacrimis oculos digna est foedare loquaces:
    lena nocet nobis, ipsa puella bona est.
lena necat miserum Phryne furtimque tabellas
    occulto portans itque reditque sinu:
saepe, ego cum dominae dulces a limine duro
    agnosco uoces, haec negat esse domi:
saepe, ubi nox mihi promissa est, languere puellam
    nuntiat aut aliquas extimuisse minas.
tunc morior curis, tunc mens mihi perdita fingit,
    quisue meam teneat, quot teneatue modis:
tunc tibi, lena, precor diras: satis anxia uiuas,
    mouerit e uotis pars quotacumque deos.

Se acuartela Macer: ¿qué pasará con el tierno Cupido? ¿Será su camarada y llevará las armas bien asidas al cuello? Si un largo camino terrestre o los mares lo llevan de un lado para otro, ¿querrá ir a su lado con las flechas?
Abrasa, chico, te lo suplico, a quien abandona tus ocios con fiereza, y de nuevo llama a tu servicio a quien se extravía. Porque si eres indulgente con tus soldados, este será también soldado, el mismo que llevará agua ligera en su casco. Voy al campamento, adiós a Venus y adiós a las muchachas: pues tengo fuerzas y me alegra la trompeta. Soy grandilocuente, pero a mí, que hablo con grandeza unas puertas cerradas golpean las fuertes palabras. ¡Cuántas veces he jurado que nunca volvería a los umbrales! Sin embargo, habiendo jurado bien, el propio pie vuelve. Áspero Amor, ojalá vea tus flechas, tus lanzas quebradas, si es posible, tus teas extinguidas! tú me torturas a mí, desgraciado, tú me obligas a suplicar cosas duras y a decir blasfemias locamente. ya habría terminado los males con la muerte, pero una esperanza crédula alienta la vida y dice que siempre el mañana será mejor. La esperanza alimenta a los campesinos, la esperanza confía las semillas a los surcos arados que el campo pueda devolver con gran beneficio: esta caza a lazo las aves, esta pesca los peces con caña, cuando antes el cebo oculta los tenues anzuelos: una fuerte esperanza también consuela al atado a un cepo: las piernas resuenan con el hierro, pero canta dentro la obra: la esperanza me promete a una Némesis asequible, pero lo niega ella. ¡Ay de mí, no venzas, dura muchacha, a la diosa. Sé indulgente, te lo ruego por los blandos huesos de tu hermana: así descanse la pequeña bajo la tierna tierra. Ella es santa para mí, sus dones en el sepulcro también humedecidos por mis lágrimas llevaré cosidos, huiré junto a su túmulo y suplicante me sentaré y me quejaré de mi destino con una ceniza muda. no llevará hasta su cliente a llorar por ti: como por sus palabras, que seas lenta para mí veto, que los manes no te envíen a ti que me desprecias malos sueños, y que tu hermana permanezca triste ante el lecho de la que está dormida, cual caída precipitada desde la elevada ventana viene sanguinolienta gasta los lagos infernales. lo dejo, que los acerbos lutos de la señora no se renueven: no soy yo de tanto valor, para que llore ella una sola vez. Ni es digna de afear sus ojos locuaces con sus lágrimas:  la alcahueta nos perjudica, ella es una buena chica. La alcahueta Phryne mata al desgraciado y llevando furtivamente tablillas en secreto va y vuelve a su regazo: a menudo, cuando yo  reconozco las dulces voces de la señora desde el duro portal, esta niega estar en casa: a menudo, cuando la noche me ha franqueado, anuncia que la muchacha languidece o ha temido algunas amenazas. Entonces muero de cuitas, entonces mi mente se finge perdida, quien sostiene la mía, o code cuantos modos la mantenga: entonces a ti, alcahueta, te lanzo amenazas: que vivas desesperada, que te quite de sus ruegos cualquiera que invoque a los dioses.

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