"No traigo un sistema a priori que me empeñe en aplicar a todo, aunque los hechos lo resistan"

Menéndez Pelayo justifica su programa de Historia de la literatura española.

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La negrita es mía


DEFENSA DEL PROGRAMA [1]

Distinción entre la crítica histórica y la estética. Aquí tenemos que aplicar las dos. El acto de la apreciación de la belleza es mixto. Encierra un juicio y un sentimiento. No conviene dar demasiado predominio al elemento afectivo ni al discursivo. El crítico ha de tener, si no facultades artísticas, por lo menos análogas a las artísticas; debe penetrar en la génesis de la obra y ponerse, hasta cierto punto, en la situación del autor analizado. Puede faltar al crítico el talento de ejecución, pero en manera alguna otras condiciones. El juicio ha de ser formal, propio y espontáneo, si vale la frase.
Los elementos de la crítica han de tomarse del estudio del mundo y de las cosas humanas, de la comparación de los modelos y de una teoría formada ya a priori, ya a posteriori y como efecto de esa comparación.

Ha de haber principios en la crítica, so pena de reducir ésta a impresiones subjetivas; pero los principios solos no bastan, por su carácter vago y de generalidad. Las reglas son más bien negativas que positivas.

La apreciación estética no es en manera alguna un acto puramente intelectual. Ejemplo de la insuficiencia del juicio tenemos [p. 70] en algunos críticos del siglo pasado, que no podían admirar la arquitectura gótica a pesar de sentirse atraídos hacia ella.

El crítico tiene que analizar, describir, clasificar y, finalmente,  jugar.
El método exclusivamente histórico trae los siguientes males: 1.º Pagarse de accidentales relaciones entre lo histórico y lo artístico. 2.º Negar sus grandezas al genio y atribuirlo todo a la sociedad.
¿Qué método es el que autoriza para suprimir todas las cuestiones relativas a orígenes del metro y de la rima, para dejar fuera a Ausías March?
Comparación de la alta crítica y de la crítica erudita con la física escolástica y la física experimental. ¿A quién deben las ciencias más adelantos?
El profesor encastillado en la alta crítica es un ente atrasadísimo, que no ve ni oye nada de los verdaderos descubrimientos que cada día se hacen en torno de él.
La crítica no es alta ni baja; la crítica es una, pero compleja: abraza la crítica externa o bibliográfica, la interna o formal, la transcendental, la histórica: cualquiera de estas partes que falte, el estudio será incompleto.
No habría en el mundo cosa más fácil que la crítica, tal como los adversarios la entienden.
Además, esa crítica no tiene jugo ni inspira la curiosidad; es fría, académica y pedantesca.
La ciencia histórica es en grandísima parte ciencia de hechos y de observación, tiene que emplear con frecuencia procedimientos análogos a los de las ciencias naturales, no puede sintetizar sin haber analizado antes, no puede generalizar sin conocer los hechos particulares.
Cabalmente hoy la corriente favorece a las ciencias y estudios de observación, y es adversa a la síntesis y generalizaciones precipitadas. Si el positivismo representa algo, eso representa. Las vaguedades, nebulosidades y logomaquias están en completo descrédito. Es más: hoy hasta se sacrifica lo estético a lo histórico; así P. Meyer, G. París, Mussafia, Braunfels, Comparetti, etc.
Lo que sería un alumno educado por la alta crítica. El que se entregue a la alta crítica tendrá que creer a ciegas las noticias que [p. 71] de cualquier autor de segunda mano reciba, y a lo mejor encontrará destruidas sus teorías, verdaderos castillos en el aire, por descubrimiento de hechos, de autores y de libros.



Siguiendo el sistema de la alta crítica, con aprenderse tres discursos lo tiene el profesor hecho todo. La tal alta crítica, es una sarta de lugares comunes.
Cítese luego lo de la potencialidad y la independización.
No se olvide lo que sería un alumno educado según la alta crítica. Se le daría, p. ej., un Cancionero del siglo XV, y no sabría leerle por falta de crítica paleográfica; ni entenderle, por falta de crítica lingüística; ni ponerle en su lugar, por falta de crítica histórica; ni juzgarle, según reglas de gusto, por falta de crítica literaria. Sólo diría cuatro lugares comunes sobre cancioneros y poesía del siglo XV.
Los escritores hispano-latinos del Renacimiento deben comprenderse en el Programa:
1.º Porque eran españoles y expresaban ideas y sentimientos españoles, mucho más que la mayor parte de los escritores de ahora.
2.º Porque la lengua es una de las últimas condensaciones de la forma literaria.
3.º Porque es una contradicción incluir, v. gr., la Historia castellana de Mariana y suprimir la latina.
4.º Porque no se comprendería la influencia de la literatura latina del Renacimiento en las vulgares si no se conoce antes esta literatura latina.
5.º Porque no hay una cátedra donde tales obras y escritores se expliquen.
6.º Porque es una contradicción incluir a los escritores hispano-latinos de la antigüedad que vivieron en tiempos en que el estado español no existía, ni existía tampoco el sentimiento nacional, y omitir a los del Renacimiento.
7.º Porque hay géneros literarios, especialmente el oratorio y el didáctico, que en el siglo XVI se cultivaron en latín casi exclusivamente, y de seguro mucho más que en castellano, por lo cual, omitidos esos escritores, ha de resultar manca la historia de tales géneros y formárase el alumno mil ideas equivocadas.
Aplicaciones varias de la voz literatura.
[p. 72] Crítica bibliográfica desde N. Antonio.
Crítica formalista o externa (distínguense en ella dos momentos: el del Renacimiento y el del siglo pasado).
Crítica estética (nace con los alemanes: Schlegel, etc.). Sus inconvenientes.
Crítica filosófica (Hegelianos: Rosenkrantz).
Crítica histórica: tiene el inconveniente de anular demasiado la personalidad del escritor y convertirlo en eco, espejo o reflejo de una civilización.
Método analítico (escuela de Grirn, Díez, P. París, G. París, P, Meyer, etc.)
Yo he procurado evitar los inconvenientes de todos estos sistemas. Tengo principios estéticos: procuro, además, poner la historia literaria dentro de la historia social; pero no traigo un sistema a priori que me empeñe en aplicar a todo, aunque los hechos lo resistan. Sin hechos que juzgar no se puede hacer juicio. Tampoco han de tomarse sólo los hechos culminantes, sino también los de segundo orden, porque estos aclaran y completan los principales. ¿Dónde hay más hechos menudos que en la Historia del Derecho Español en la Edad Media, de Savigni? Y todos, sin embargo, vienen allí a corroborar y a confirmar la grande idea de la persistencia del derecho romano en la Edad Media.
En cuanto a literatura, sabida es la frase de St. Marc Girardin: «Para producir un buen poeta, son necesarios cien poetas malos», no sólo porque las caídas enseñan, sino porque en las obras de los grandes poetas se encuentran aprovechados elementos de obras anteriores medianas.
Mi primera dificultad ha sido fijar la índole y límites de la asignatura. Desde luego suprimo el adjetivo crítica, porque ¿qué historia será la que carezca de crítica? La recopilación seca y descarnada de hechos no es historia, sino un almacén de materiales para ella.
Se me acusa de carecer de critica y, sin embargo, no solo aplico la crítica estética, sino la histórica y filosófica. (Ved todo esto en la lección de Lucano.)
¿Ha de abrazar también la historia de la ciencia? En parte, sí:
1.º Porque la literatura abraza, no sólo las obras en que el elemento estético es el dominante, sino también aquellas en [p. 73] que está como subordinado a otros de utilidad más práctica y directa.
2.º Porque ¿adónde iría el sentido íntimo si sólo la forma poética se estudiase?
Si la historia de nuestra literatura es la del ingenio español, menester será buscarle dondequiera que se halle y en cualquier lengua o dialecto en que esté formulado. El concepto de nacionalidad es harto vago y etéreo para que en él se pueda fundar literatura alguna. Y además, ¿cuándo empieza la literatura española? ¿Desde cuándo hay espíritu nacional? Claro es que no le hay entre los primeros pobladores de España, ni en la época romana, ni en la visigoda; pero sí elementos y formas de carácter nacional, que se reflejan en la lengua y en el arte literario. Estos elementos se van depurando y llegan a su madurez en los tiempos de la Reconquista, y no sólo entre los cristianos independientes, sino hasta cierto punto entre moros y judíos. Los primeros eran españoles hasta por la raza y renegados en su mayor parte. Además, entraban por mucho en su cultura elementos muzárabes. La literatura provenzal murió en flor; había empezado por la corte y por los eruditos y no llegó a ser lengua popular. La catalana recorre un ciclo literario más completo; pero antes de cerrarle, es absorbida por la literatura castellana. No hay literatura navarra y aragonesa. ¿Cómo y en qué es castellana la literatura portuguesa? La literatura española, como todas las modernas, sobre todo, las neo-latinas, nacen de despojos y de reliquias; es una literatura derivada y, como tal, no se le pueden aplicar esas doctrinas cerradas sobre los géneros que se pueden aplicar a literaturas como la griega o la sánscrita. Aquí nunca ha faltado totalmente ninguno de los géneros de transición.
Yo no sostengo que mi programa sea mejor que los infinitos que puedan presentarse; no creo estar en posesión de la verdad absoluta, ni mucho menos. Lo que sostengo es, que es mejor que los otros programas presentados; más uno, más metódico y consecuente. Desde luego me ajusto escrupulosamente al orden cronológico, sin confundir, v. gr., los autores del siglo XVI con los del XVII, ni los tiempos de Carlos V, con los de la época de Felipe II.
No sacrifico ni abdicaré nunca el carácter de crítico y de artístico (bueno o malo) por entregarme a vanas generalidades históricas [p. 74] o estéticas, de las cuales ningún fruto puede sacar el que sienta en su alma el entusiasmo por la belleza. No creo que encierre verdad alguna aquella humorística frase de ser la estética la ciencia de los tontos; pero creo que sirve para que continuamente hablen y diserten de cosas artísticas algunos espíritus áridos y secos como el esparto, incapaces de tomar un pincel en la mano ni de hacer una mediana estrofa. Esto es, propiamente, ver la corrida desde barreras. ¿Cómo he de creer yo que a ingenios de esta guisa se les ha mostrado, sin cendales, la Venus Urania? Lo primero que debe hacer el Profesor de cosas literarias es inspirar a sus discípulos el amor y la familiaridad. con las obras artísticas bellas. Si no, ¿para qué sirve su enseñanza? Hay ciertos nadas que son todo.
Debe el Profesor hacer investigaciones propias y no contentar se en manera alguna con lo hecho. Todos tenemos obligación de conciencia de adelantar en la ciencia que cultivamos; para eso paga el Gobierno una Cátedra, y ese buen ejemplo nos dejó el Maestro cuya pérdida lloramos. De otra suerte, los discípulos se quedarían rezagados en el movimiento científico y nada sabrían de lo que pasa en torno suyo. Debe el Profesor estudiar códices y libros viejos, porque una grandísima parte de la literatura española, como de todas las modernas (incluso la francesa, que es la más estudiada), se conserva inédita, aun en sus más importantes monumentos, verbigracia las Cantigas del Rey Sabio, muchas poesías, de Server de Gerona, muchos cancioneros del siglo XV, o está en libros rarísimos, v. gr., casi todo el teatro anterior a Lope de Vega.
Si el Profesor no es paleógrafo, cítese el ejemplo del Poema del Cid.
La historia literaria debe engarzarse con la civil; pero no sacrificarse a ella, ni mucho menos, porque a veces van por distinto sendero.
No se ha de llevar el espíritu nacional demasiado lejos. Influencias extrañas.
Contéstese a las acusaciones, de que yo no me hago cargo, de la influencia de la Reforma, ni de los descubrimientos, ni de la mística, etc.
Lección preliminar. ¿Por qué no la he hecho al modo de Milego?
[p. 75] La mía es una lección verdaderamente preliminar. No trato en ella cuestiones filológicas.
Literatura priscilianista. No queda sólo un himno.
Escuela aragonesa y Marcial. Paralelo ridículo de Amador entre Marcial y Lupercio Leonardo.
Por qué trato cuestiones filológicas.
Por qué incluyo tantos autores.
Por qué no pongo vaguedades.
Ligera explicación del programa.
Manera fácil de hacerle de otro modo.
Otro ejemplo en la cuestión de los místicos.
Inconvenientes que resultan de fiarse de la erudición de segunda mano. Principales descuidos de Amador.
Esta no es una Cátedra de Retórica y Poética ni de Principios generales de Literatura. Es una Cátedra de doctorado, donde se han de ampliar los conocimientos antes adquiridos, para pasar los alumnos al Magisterio de la Enseñanza.
Y, sobre todo, nadie que de una manera o de otra no sea artista puede juzgar ni entender de belleza. Caecus non iudicat de coloribus.
       E chi me vede e non se innamora
D'amor non averá mai intelletto
                      Che da per gli occhi una dolcezza al cuore
             Che intender non la puó chi non la prava.
Desde luego, es más cómodo saber poco que saber mucho.»

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