Manifiesto de UNIVERSITAS

La universidad surge como un ayuntamiento de docentes y discentes en torno a los libros. Los docentes son también discentes porque han de aprender de los maestros ausentes pero presentes en los libros.

Los elementos esenciales de la universidad son los docentes, los discentes, la biblioteca, las aulas y el claustro. El claustro es punto de encuentro entre docentes y discentes fuera de las aulas. El claustro existe porque la universidad nace en torno a monasterios y catedrales, ámbitos cristianos donde se cree que el hombre puede conocer la verdad, si no completa, sí en parte, sobre Dios, el ser humano y el mundo. Solo si puede accederse a la verdad, vale la pena buscarla.

Siglos después, las universidades en su mayor parte, se han convertido en estructuras funcionariales, fábricas de títulos, reinos de taifas, aparatos burocráticos. La producción en cadena, el estatalismo asfixiante, los discursos del método, el culto a los procesos, la conversión del estamento administrativo en nueva aristocracia, la metamorfosis del alumno en cliente, etcétera, son enormes bosques que impiden ver el árbol originario: docente que debate con discente en torno al libro.

La universidad ha muerto al transformarse en colegios, escuelas, fábricas de títulos. El proceso de descomposición se ha acelerado en los últimos años, en los que, en no pocos casos, el nivel de las aulas ha descendido al de la atigua educación general básica.

La universidad medieval, heredera de la academia platónica y del liceo aristotélico, es un espacio de investigación, de lectura, de debate interdisciplinar. La universidad es una entidad que se enfrenta a la caverna de los tópicos, que busca la ciencia, que fustiga las apariencias, critica con el poder político y la opinión pública.

Docentes y discentes en torno a los libros. Eso era la universidad. Eso es UNIVERSITAS.




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