"La venganza que tomó del ciego" y otros sonetos


Muerto me lloró el Tormes en su orilla,
En un parasismal sueño profundo,
En cuanto don Apolo el rubicundo
Tres veces sus caballos desensilla.

Fue mi resurrección la maravilla
Que de Lázaro fue la vuelta al mundo,
De suerte que ya soy otro segundo
Lazarillo de Tormes en Castilla.

Entré a servir a un ciego, que me envía,
Sin alma vivo, y en un dulce fuego,
Que ceniza hará la vida mía.

¡Oh qué dichoso que sería yo luego,
Si a Lazarillo le imitase un día
En la venganza que tomó del ciego!

Luis de Góngora

AL DUQUE DE FERIA, DE LA SEÑORA DOÑA CATALINA DE ACUÑA

Oh marinero, tú que, cortesano,
Al Palacio le fías tus entenas,
Al Palacio Real, que de Sirenas
Es un segundo mar napolitano,

Los remos deja, y una y otra mano
De las orejas las desvía apenas;
Que escollo es, cuando no sirte de arenas,
La dulce voz de un serafín humano.

Cual su acento, tu muerte será clara
Si espira suavidad, si gloria espira
Su armonía mortal, su beldad rara.

Huye de la que, armada de una lira,
Si rocas mueve, si bajeles para,
Cantando mata al que matando mira.

1609
Góngora y Argote, Luis de

Las tablas del bajel despedazadas
(Signum naufragii pium et crudele),
Del tempio sacro, con le rotte vele,
Ficaraon nas paredes penduradas.

Del tiempo las injurias perdonadas,
Et Orionis vi nimbosae stellae
Raccoglio le smarrite pecorelle
Nas ribeiras do Betis espalhadas.

Volveré a ser pastor, pues marinero
Quel Dio non vuol, che sol suo strale sprona
Do Austro os assopros e do Oceám as agoas;

Haciendo al triste son, aunque grosero,
Di questa canna, già selvaggia donna,
Saudade a as feras, e aos penedos magoas.

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