-Al cielo y a
vosotros, -fol.
25v- señores, y a mi voz
agradezco esta mudanza y esta mejora de navío, aunque creo
que con mucha brevedad le dejaré libre de la carga de mi
cuerpo, porque las penas que siento en el alma me van dando
señales de que tengo la vida en sus últimos
términos.
-Mejor lo
hará el cielo -respondió Periandro-, que, pues yo soy
vivo, no habrá trabajos que puedan matar a alguno.
-No sería
esperanza aquella -dijo a esta sazón Auristela- a que
pudiesen contrastar y derribar infortunios, pues, así como
la luz resplandece más en las tinieblas, así la
esperanza ha de estar más firme en los trabajos; que el
desesperarse en ellos es acción de pechos cobardes, y no hay
mayor pusilanimidad ni bajeza que entregarse el trabajado -por
más que lo sea- a la desesperación.
-El alma ha de
estar -dijo Periandro- el un pie en los labios y el otro en los
dientes, si es que hablo con propiedad, y no ha de dejar de esperar
su remedio, porque sería agraviar a Dios, que no puede ser
agraviado, poniendo tasa y coto a sus infinitas misericordias.
-Todo es
así -respondió el músico-, y yo lo creo, a
despecho y pesar de las esperiencias que en el discurso de mi vida
en mis muchos males tengo hechas.
Cervantes, Persiles, I, 9.
por la mayor parte, las buenas andanzas no vienen sin el contrapeso de desdichas, las cuales tienen jurisdición y un modo de licencia de entrarse por los buenos sucesos, para darnos a entender que ni el bien es eterno, ni el mal durable.
Cervantes, Persiles, I, 13
No subas tan alto, pensamiento loco,
que el que más alto sube más hondo cae,
ni puede el alma gozar del cielo
mientras que vive envuelta en la carne.
Por eso las grandes dichas de la tierra
tienen siempre por término grandes catástrofes.
Rosalía de Castro, En las orillas del Sar
-¡Ay -dijo a esta sazón-, con qué prodigiosas señales me va mostrando el cielo mi desventura, que si se rematara con acabarse mi vida, pudiera llamarla dichosa; que los males que tienen fin en la muerte, como no se dilaten y entretengan, hacen dichosa la vida! ¿Qué red barredera es ésta con que cogen los cielos todos los caminos de mi descanso? ¿Qué imposibles son estos que descubro a cada paso de mi remedio? Mas, pues aquí son escusados los llantos y son de ningún provecho los gemidos, demos el tiempo que he de gastar en ellos por ahora a la piedad, y enterremos los muertos, y no congoje yo por mi parte los vivos. (Persiles)
Cervantes, Persiles, I, 9.
por la mayor parte, las buenas andanzas no vienen sin el contrapeso de desdichas, las cuales tienen jurisdición y un modo de licencia de entrarse por los buenos sucesos, para darnos a entender que ni el bien es eterno, ni el mal durable.
Cervantes, Persiles, I, 13
No subas tan alto, pensamiento loco,
que el que más alto sube más hondo cae,
ni puede el alma gozar del cielo
mientras que vive envuelta en la carne.
Por eso las grandes dichas de la tierra
tienen siempre por término grandes catástrofes.
Rosalía de Castro, En las orillas del Sar
-¡Ay -dijo a esta sazón-, con qué prodigiosas señales me va mostrando el cielo mi desventura, que si se rematara con acabarse mi vida, pudiera llamarla dichosa; que los males que tienen fin en la muerte, como no se dilaten y entretengan, hacen dichosa la vida! ¿Qué red barredera es ésta con que cogen los cielos todos los caminos de mi descanso? ¿Qué imposibles son estos que descubro a cada paso de mi remedio? Mas, pues aquí son escusados los llantos y son de ningún provecho los gemidos, demos el tiempo que he de gastar en ellos por ahora a la piedad, y enterremos los muertos, y no congoje yo por mi parte los vivos. (Persiles)
Comentarios
Publicar un comentario