viernes, 6 de diciembre de 2013

EI currículo cerrado: un abuso de poder



Muchos son los aspectos que se discuten con relación a las leyes educativas: su excesivo número, la falta de un consenso nacional, los métodos de evaluación, la edad de la educación obligatoria, la inclusión y la exclusión de unas y otras asignaturas… Pero, a mi juicio, no se plantea la cuestión fundamental: la legitimidad de los gobiernos para imponer un currículo cerrado, esto es, un plan de estudios completo, sin margen de libertad para padres, profesores y alumnos.
            Cualquier modelo educativo es discutible, ninguno es perfecto; cada uno responde, lógicamente, a las más variadas concepciones antropológicas. Dichos paradigmas han de ser más objeto de debate de foros científicos y académicos que imposiciones gubernamentales o parlamentarias. Pues si toda ley educativa parte de unos presupuestos pedagógicos particulares, ¿por qué han de implantarse de forma monolítica? ¿Porque el Gobierno y el parlamento han salido de las urnas? Las elecciones no cohonestan una completa reglamentación de los planes de estudios, decretados desde el vértice de la pirámide estatal.
            El principal abuso de poder se produce, a mi parecer, al establecer las leyes educativas este currículo cerrado del que venimos hablando: el currículo que cada ministro de Educación, asesorado por unos determinados pedagogos, se ve en la necesidad de componer. Una ley decide que no haya ningún latín obligatorio; otra, que suban las matemáticas; aquella, que baje la filosofía… como si el contenido de los planes fuera patrimonio exclusivo de las inteligencias de sus señorías, reservando a las familias y a los profesores la función de ejecutores de sus dictados. ¿Por qué padres, profesores y alumnos no pueden participar en la confección de su currículo? ¿No significa democracia, ante todo, participación?
            El Estado ha de intervenir como garante del derecho y deber fundamentales a la educación. Pero intervenir no es sustituir, suplantar, imponer, cerrar, invadir. El Estado mantiene una red de centros de enseñanza y concierta otros –unos y otros con los impuestos de los ciudadanos- y vela por que todos los niños y jóvenes se beneficien, al menos, de la enseñanza obligatoria. Parece razonable que el Estado posea una cuota en la configuración del itinerario académico de las etapas primaria y media: pero un porcentaje, quizá el 50%, pero no la totalidad del currículo.
            Padres, profesores y alumnos, familias y centros educativos han de poseer un margen para elegir lo que quieren ser, lo que quieren saber, lo que quieren hacer. Un centro puede decidir que la educación física sea una materia transversal, o la música, o el latín. Un centro puede decidir que el teatro, o la danza, o las artes marciales formen parte de su currículo, porque entiendan que psicomotricidad, música y defensa personal son aspectos esenciales en la formación de sus alumnos. Una escuela puede apostar por la formación lingüística, hacer del latín una materia basilar que, entre otras cosas, facilite a los hispanos comprender que gallego, castellano y catalán son ramas de un mismo tronco. ¿Por qué una escuela de cualquier lugar de España no puede impartir a todos sus alumnos gallego, castellano y catalán? ¿No cabe incluir el vasco, que posee múltiples préstamos latinos y que a su vez ha influido en las restantes lenguas hispánicas? ¿Por qué un colegio no puede recoger el guante lanzado por Platón y hacer de la gimnasia y de la música materias troncales de su plan de estudios?
            La LOMCE acaba de imponer otro currículo cerrado; la oposición anuncia que, si logra una mayoría suficiente, revocará la LOMCE e impondrá, a su vez, otro currículo cerrado como los de la LOE o la LOGSE.
No es razonable que los políticos limiten derechos de padres, profesores y alumnos impidiéndoles participar en el diseño de su proyecto vital y profesional. Hay que combatir los currículos cerrados y desalojarlos de las leyes educativas. La identidad personal, familiar, profesional y escolar ha de poseer su espacio y reflejarse en cada centro educativo. 


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