Hay quien dice que las bibliotecas definen a sus dueños, y
estoy seguro de que es cierto. “El hogar es donde tienes los libros”, escribió
Richard F. Burton. (20). Decía Borges que no somos lo que escribimos, sino lo
que leemos. (27). Octavio Paz nunca consiguió sobreponerse al incendio de sus
libros. Porque con los libros no sólo se quemaron las historias, los
personajes, los lugares. Con los libros ardieron las dedicatorias, las
anotaciones en los márgenes, las erratas corregidas a mano. Con los libros
ardieron las tardes luminosas en las que los había leído, el olor del papel, el
orden de las estanterías, el tacto de los amigos a los que se los había
prestado. Porque al final los libros están siempre anotados, y doblados en las
esquinas, y marcados a lápiz, y esguardamillados. Los libros siempre
contienen cheques, y quinielas, y fotografías de desconocidos, y pedazos de
diarios, y recetas antiguas, y cromos, y flores prensadas. (67-68).
Tocar los libros, Jesús Marchamalo, CSIC, Madrid, 2008.
Tocar los libros, Jesús Marchamalo, CSIC, Madrid, 2008.
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