Informe como el agua,
demasiado vasta para que ningún mortal pueda aprehenderla, la Red tiene
excepcionales cualidades que nos permiten confundir lo inaprensible con
lo eterno. Como el mar, es volátil: el setenta por ciento de sus
comunicaciones duran menos de cuatro meses. Su virtud (su virtualidad)
implica ese presente constante que para los eruditos medievales era una
de las definiciones del infierno (De civitate Dei XXI, 9). Alejandría y sus eruditos, por el
contrario, nunca confundieron la verdadera naturaleza del pasado: sabían
que era la fuente necesaria de un presente mudable en que nuevos
lectores establecían conversación con viejos textos que se renovaban en
el proceso de una nueva lectura. Cada lector existe para asegurar a cierto libro una modesta
inmortalidad. Leer es, en este sentido, un ritual de renacimiento.
La biblioteca de noche, Alberto Manguel, Alianza Editorial, Madrid, 2007. (50-51).
Goya, Los Caprichos, 39, Al igual que su abuelo (El Prado, 1799)
Goya, Los Caprichos, 39, Al igual que su abuelo (El Prado, 1799)
Comentarios
Publicar un comentario