La diferencia entre un mono y un hombre es esencial, y no solo de grado. El hombre es un ser racional y libre y el mono no. A la racionalidad y libertad no se accede por evolución fisiológica, dado que el alma, sujeto de la inteligencia y de la voluntad no es de naturaleza biológica.
Un mono puede estar adisestrado, pero no educado.
Un ser humano puede ser educado.
Ser educado significa, básicamente, saber quién se es y dónde se está.
Sabe estar. Saber distinguir el cuarto de baño, de la playa; saber distinguir la playa, de la calle; saber distinguir la calle, del aula; saber distinguir la cafetería, del teatro de la ópera.
El primer objetivo de cualquier educación es saber estar. Si no se sabe estar, se ha fracasado como hombre.
Se puede ser monárquico o republicano. Se puede simpatizar con los principes de España, o no. Pero abuchear a los príncipes en el Liceu de Barcelona es de mala educación. Es propio de seres humanos que están a medio hacer, que están fracasando como personas: no saben estar, no saben respetar. Son aún ese niño que se siente ombligo del mundo.
Ser educado es saber estar, saber leer, saber escribir. Saber que el propio yo no es el centro del mundo, que soy para los otros, que la historia no ha empezado en mí.
Esos que abuchean a los príncipes en el Liceu de Barcelona son como simios. Ni siquiera adiestrados.
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