Escatología trascendente e inmanente

La Divina Comedia de Dante Alighieri es una obra fantástica (fantástica más en el sentido de "magnífico, excelente", que en el de "perteneciente o relativo a la fantasía") en que se pueden distinguir diversos planos.
El plano terrenal y el plano extraterrenal, escatológico, donde se encuentran el infierno, el purgatorio y el paraíso.
La ciudad terrena y la ciudad de Dios. Política y gracia.
El amor humano y el amor divino. El amor humano no es una pantalla que oculte el amor divino sino un conducto, un camino hacia él. Beatriz conduce a Dios con el concurso también de Santa Lucía y la Virgen.
La razón (Virgilio, Estacio, con categorías aristotélicas) en armonía con la fe (se usan categorías tomistas y de San Bernardo).
El sentido literal y el sentido alegórico.
Es muy interesante la escatología trascendente porque contempla nuestro mundo y a sus hombres entreverados de bien y de mal, trasladando al otro mundo el bien absoluto (Paraíso) y el mal absoluto (Infierno).
Cuando desaparece la escatología cristiana que produce esa  multidimensionalidad encarnada en la catedral gótica con sus diferentes alturas y ámbitos; cuando desaparece, digo, el mundo se vuelve prosaico, reducido y achatado, y se forja una escatología inmanente que alimentan cada día los medios de comunicación.
La escatología inmanente demoniza y angeliza a grupos humanos, pues, materialista, no posee la oportunidad de trasponer a otro mundo.
La escatología inmanente opera en la historia y solo en la historia; opera con la política y solo con la política. Solo hay historia y política.
Para Dante hay historia y eternidad, política humana y política de Dios (gracia), amor humano y amor divino.
La escatología inmanente está atrapada en un evolucionismo racista en el que el más fuerte se desembaraza del más débil (síndrome de down).
Los escatólogos inmanentes han de mantener en constante predicación el ultraje a su particulares demonios: la derecha (en todas sus formas); Franco, Mussolini... Los malos y los buenos. Los malos son los otros, por supuesto.
La democracia se sacraliza: es el régimen santo que santifica. Es el dios inmanente. Siendo la democracia un mero recurso de elección de gobernantes que en absoluto puede legitimar la justicia de los tales. La justicia del gobernante queda pendiente de comprobación cada día. Una elección más o menos justa, un procedimiento de elección participativo puede ser necesario, pero en absoluto suficiente para la justicia legal, distributiva y conmutativa.
La escatología inmanente es una filfa, porque el bien y el mal están mezclados en este mundo. En este mundo no hay ángeles y demonios: hay seres humanos.
Volvamos a la Divina Comedia. Nos puede librar del mentecato materialismo evolucionista de bajos vuelos que inunda el mundo.

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