Elogio del libro: una universidad es su biblioteca

En un telediario se comentaba que los manuales universitarios ya se encuentran en internet, -lo cual, hoy por hoy, no es cierto-, y que los estudiantes utilizan cada vez menos los libros, -lo cual, desgraciadamente, sí puede ser verdad-. El caso es que el decreciente uso de los libros se comentaba en el informativo como signo de progreso (?), idea que me recuerda lo que el pasado año oí a un universitario de curso superior (¿superior o posterior?): "desde que estoy en la universidad no he tenido que comprar ningún libro", (frase que parecía decir con orgullo). Pero una universidad sin libros es como una cafetería sin café: una contradicción en sus términos.
Porque la universidad nació en torno a los libros, alrededor de los libros. La universidad, como occidente, es expresión de una civilización libresca. La universidad nació como una biblioteca, un claustro y unas aulas: una reunión de docentes y discentes alrededor de unos libros. que unos y otros leen y comentan. Magisterio oral en diálogo con magisterio escrito. Palabras que vuelan por el aire y que quedan, algunas, sobre el papel. El papel impide que las palabras desaparezcan como la brisa. El libro inmortaliza las ideas y las palabras de su autor, que sigue dialogando con quien se acerque a sus páginas.
Después, en el claustro, profesores y alumnos podían departir en un ambiente más distendido. Por eso, sin biblioteca no habría universidad. La biblioteca amplía casi indefinidamente el claustro de profesores. La esencia de una universidad es su biblioteca: su dimensión. Biblioteca pequeña: universidad pequeña; biblioteca descuidada: universidad descuidada; biblioteca desorganizada: universidad desorganizada; biblioteca maravillosa, universidad maravillosa.
Un universitario que concluye la carrera sin haber comprado un libro, sin haber leído bastantes libros, sin tener pendiente la lectura de muchos libros... puede tener un título, pero ha pasado por las aulas como el agua entre las piedras.

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