Dos veces aparece el ruiseñor en Cervantes, como ave portador de voz divina, en la comedia La gran sultana:
A esta mañana, que iba
al pecado, porque vengo
a tener cercada el alma
de esperanzas y de miedos,
oí en casa de un judío 910
a un ruiseñor pequeñuelo,
que, con divina armonía,
aquesto estaba diciendo:
"¿Adónde vas, miserable?
Tuerce el paso, y hurta el cuerpo 915
a la ocasión que te llama
y lleva a tu fin postrero.
(...)
MADRIGAL
Iré a oír al ruiseñor
otra vez, y yo sé cierto
que él me dirá en su cántico
quién son los que no sabemos.
Al ruiseñor, Alcuino de York le había dedicado un poema:
DE LUSCINIA
Quae te dextra mihi rapuit, luscinia, ruscis,
illa meae fuerat invida laetitiae.
Tu mea dulcisonis implesti pectora musis,
atque animum moestum carmine mellifluo.
Qua propter veniant volucrum simul undique coetus
carmine te mecum plangere Pierio.
Spreta colore tamen fueras non spreta canendo.
carmine te mecum plangere Pierio.
Spreta colore tamen fueras non spreta canendo.
Lata sub angusto gutture vox sonuit,
dulce melos iterans vario modulamine Musae,
atque creatorem semper in ore canens.
dulce melos iterans vario modulamine Musae,
atque creatorem semper in ore canens.
Noctibus in furvis nusquam cessavit ab odis,
vox veneranda sacris, o decus atque decor.
Quid mirum, cherubim, seraphim si voce tonantem
perpetua laudent, dum tua sic potuit?
vox veneranda sacris, o decus atque decor.
Quid mirum, cherubim, seraphim si voce tonantem
perpetua laudent, dum tua sic potuit?
que traduzco así:
EL RUISEÑOR
La mano que te arrancó de mí, ruiseñor, de los arbustos, había envidiado mi alegría.
Tú llenaste mi pecho con tu dulce música, y mi ánimo triste con un canto suave. Por eso vengan a un tiempo de todas partes bandadas de aves a llorarte conmigo con el canto de las musas. Desdeñado por el color sin embargo no habías sido desdeñado por tu canto.
Amplia voz sonó bajo tu estrecha garganta, repitiendo el dulce poema lírico con la variada modulación de la Musa, y cantando al creador siempre con tu pico.
En las noches sombrías en ninguna parte cesaron tus odas, voz venerable para los ritos sagrados, oh belleza y armonía. ¿Qué puede extrañar si los querubines, los serafines alaban con su voz perpetua al que truena, mientras la tuya pudo hacerlo de ese modo?
y que me recuerda al famoso poema de Catulo:
Lugete, o Veneres Cupidinesque
et quantum est hominum venustiorum!
passer mortuus est meae puellae,
passer, deliciae meae puellae,
quem plus illa oculis suis amabat;
nam mellitus erat, suamque norat
ipsa tam bene quam puella matrem,
nec sese a gremio illius movebat,
sed circumsiliens modo huc modo illuc
ad solam dominam usque pipiabat.
qui nunc it per iter tenebricosum
illuc unde negant redire quemquam.
at vobis male sit, malae tenebrae
Orci, quae omnia bella devoratis;
tam bellum mihi passerem abstulistis.
o factum male! o miselle passer!
tua nunc opera meae puellae
flendo turgiduli rubent ocelli.
(Gaius Valerius Catullus)
que traduzco así:
¡Haced luto, oh Venus y Cupidos
y cuantos hombres hay tocados por la gracia de Venus!
Ha muerto el pájaro de mi chica,
el pájaro, las delicias de mi chica,
a quien más que a sus ojos ella amaba;
pues era dulce como la miel, y ella le conocía
tan bien como una chica a su propia madre,
y no se movía de su regazo,
sino que rodeándola con sus saltitos por aquí y por allí
hasta piaba sólo para su dueña.
Él ahora va por el camino tenebroso
hasta donde niegan que nadie vuelva.
Mas malditas seáis, malas tinieblas
del Orco, que devoráis todo lo bello;
tan bello pájaro me arrebatasteis.
¡Oh hecho malicioso! ¡Oh pobrecillo pájaro!
Por ti ahora hinchaditos enrojecen
al llorar los ojitos de mi chica.
(Antonio Barnés)
y cuantos hombres hay tocados por la gracia de Venus!
Ha muerto el pájaro de mi chica,
el pájaro, las delicias de mi chica,
a quien más que a sus ojos ella amaba;
pues era dulce como la miel, y ella le conocía
tan bien como una chica a su propia madre,
y no se movía de su regazo,
sino que rodeándola con sus saltitos por aquí y por allí
hasta piaba sólo para su dueña.
Él ahora va por el camino tenebroso
hasta donde niegan que nadie vuelva.
Mas malditas seáis, malas tinieblas
del Orco, que devoráis todo lo bello;
tan bello pájaro me arrebatasteis.
¡Oh hecho malicioso! ¡Oh pobrecillo pájaro!
Por ti ahora hinchaditos enrojecen
al llorar los ojitos de mi chica.
(Antonio Barnés)
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